- Fuentes de la compañía, a Hispanidad: como mínimo un 20% (47 meses), que puede aumentar al 24% (12 meses).
- Demuestra la falta de transparencia de Abengoa, también sobre la negociación del plan de reestructuración.
- Ese lastre de la deuda, junto a la jibarización por el plan de ventas, compromete los ingresos necesarios de la tecnológica.
- A los acreedores -sobre todo, a hedges found (bonistas)- no les preocupa la gestión sino el cobro de intereses.
- Capitalizan Abengoa para mantenerla a flote y evitar su liquidación, como marca la Ley Guindos.
- Es lo que explica también el airado debate sobre los avales, que retrasó la firma del acuerdo.
- En conclusión, Abengoa sobrevivirá pero muy jibarizada y con muchas dificultades.
Mientras las primeras aportaciones de dinero a
Abengoa -por parte de los bancos y, en menor medida, de los fondos de inversión- supusieron una
carga financiera para el grupo andaluz del 25%, con el nuevo
plan de rescate, ese lastre se sitúa entre el 20% y el 24% a pagar en cuatro años (aunque puede necesitar más años para devolver la deuda).
Hablamos de un punto de diferencia en el
tipo de interés que se aplicará ahora, según los términos, en principio definitivos, para salvar a Abengoa de la quiebra.
La aportación de dinero se otorga, por tanto, en condiciones abusivas. No olviden que los tipos de interés oficiales del
BCE están en el 0%. El peligro para la tecnológica, por tanto, tiene un nombre y un apellido: asfixia financiera.
Hay otros cambios, sin embargo, en los protagonistas, los
hedges funds, que llegaron a pedir hasta un 30% de interés por los nuevos créditos, aunque bajaron después el listón. Ojo, con la contrapartida en los avales. Por eso se quedan, como garantía de los préstamos, con los mejores activos de Abengoa:
Atlantica Yield y los proyectos de México (el
Tercer Tren o AT3, de cogeneración).
En otras palabras, aportarán 1.169,5 millones antes de final de año, 515 millones de ellos
dinero nuevo. A lo que se devuelva en los primeros doce meses se le aplica un interés del 24% y para los que se pague después, en 47 meses, la carga financiera es del 20%, según la información de fuentes de la empresa a
Hispanidad.
Esa es la horquilla de intereses, plazos y comisiones. Y es que el problema está, precisamente, en las comisiones, que, en parte, operan como las famosas penalizaciones por
amortización anticipada. Para que me entiendan, las que se suelen poner en las hipotecas, aunque no en los préstamos
corporativos.
A los prestamistas les viene mejor que se retrasen en el pago, y si no lo hacen, que paguen más. Es lo mismo que hace un banco cuando se reúne el dinero para amortizar o cancelar una hipoteca.
La
rentabilidad, elevadísima en cualquier caso, está asegurada para los fondos, del mismo modo que de cara a la
capitalización de deuda que tendrán que afrontar los bancos, quienes se han negado poner dinero nuevo. La única diferencia respecto al dinero de las primeras aportaciones está en las
comisiones, que han bajado del 10% al 4%.
La cesión de la banca estuvo en los
avales y eso explica, en gran medida, que la firma del acuerdo se demorara en el tiempo, a la vez que ha dejado claro también la
falta de transparencia de Abengoa para explicar los términos del acuerdo. La gente se ha quedado con la idea de un dinero nuevo al 14 o 15% de interés. Pues de eso nada: hablamos del 24%.
En cualquier caso, al pesado lastre de la deuda sobre Abengoa, se une otro problema, el de la
jibarización en marcha del grupo, con un plan de ventas que compromete, en paralelo, los
ingresos necesarios para devolver el dinero a los acreedores.
Y es que a los acreedores, especialmente a los
hedges found (convertidos en
bonistas) no les preocupa la gestión de Agengoa -ahora en manos del consejero delegado,
Antonio Fornieles-, sino el cobro de intereses. Del mismo modo que los bancos
pelearán también para que no se ejecuten los avales.
La víctima es la propia Abengoa, pero necesita liquidez para mantenerse a flote y pagar las nóminas a sus trabajadores (muchos de ellos ingenieros).
Al mismo tiempo, su salvación ha sido posible también por la
Ley Guindos, aprobada en 2012.
El objetivo de esa norma es facilitar la reestructuración de las empresas endeudadas y evitar la quiebra.
Así estamos este 2 de septiembre, viernes. No se ha salvado
Abengoa todavía. Sólo se han dado los pasos para que el grupo no quiebre. Es lo único que ha cambiado desde hace un mes, tras la firma de
plan de rescate,
in extremis (madrugada del 11 de agosto), del que se dieron los
detalles un semana más tarde, en una
declaración sin preguntas (martes 16 de agosto).
Entretanto, se han vendido ya cinco
plantas de etanol en EEUU, operaciones previstas ya en junio y con las que Abengoa ingresará 313 millones de euros. La operación coincidió en el tiempo con la
valoración de Moody's: la
incertidumbre persiste.
Sólo queda esperar a ver si recibe el
apoyo del 75% de los acreedores, a los que la empresa pidió "encarecidamente" que respalden el plan antes del 31 de agosto. Y a partir de ahí, "con la homologación judicial" -el visto bueno del juez-, evitar la liquidación.
Un detalle más.
En los días previos al anuncio del acuerdo de rescate, la
reacción en bolsa era muy positiva -especulativa-. Ese día la subida fue del 4,6%, hasta 0,65 euros por título. Pues bien, desde entonces, la tendencia ha sido bajista y cotiza ya por debajo de esa cota: a 0,56 euros, este viernes.
Rafael Esparza