Cualquiera que se haya leído las cifras claves de los Presupuestos Generales del Estado para 2018 y, al mismo tiempo, haya seguido el debate parlamentario del miércoles, que tendrá continuidad el jueves, no entendería nada. La izquierda habla de un texto poco menos que capitalista y neoliberal, cuando lo cierto es que el borrador presentado por Cristóbal Montoro (en la imagen) representa unos PGE socialdemócratas, por no decir socialistas… y pergeñados para una economía de rentas bajos y salarios bajos.
Los PGE de 2018 no abordan ni el contrato único, ni la reducción de prestaciones ni el retraso en la jubilación
El peso del Estado no disminuye y la reducción de impuestos es mínima. No se retrasa la edad de jubilación (sí, puede y debe hacerse en una ley de Presupuestos), que es la medida más urgente de todas, no se aborda el contrato único indefinido con indemnización pactada de antemano, que es lo que recomienda el FMI y cualquier persona con sentido común, no se reducen los impuestos laborales (¿cómo hacerlo?) no se aborda la necesaria reducción de deuda pública y, sobe todo, la aún más necesaria reducción de prestaciones públicas.
En resumen, la propiedad privada está hipotecada por las prestaciones públicas -un gasto sin fondo- y España sigue siendo un país muy endeudado en sus finanzas públicas (menos en sus empresas y, sobre todo, en sus familias, que han hecho los deberes).
Tampoco abren el camino a una reducción de impuestos laborales ni de la deuda pública
Por tanto, de Presupuestos liberales nada: son presupuestos de corte socialista que perpetúan la agonía presupuestaria y una creación de empleo basada en salarios bajos (lo de la precariedad es una cuestión casi psicológica que se solucionaría con el contrato único).
Eso sí: el guerracivilismo de los diputados impide ver el bosque… el bosque de unos PGE de tinte socializante. Así, nunca dejaremos de ser una economía de bajos salarios.