Repsol ha presentado resultados anuales, con una mejora del beneficio del 10,4%, hasta 2.341 millones. El grupo presume de que ha sido el mejor resultado en ocho años, pero hay cosas más importantes que reseñar, como la caída del resultado de explotación (pasa de 2.789 millones en 2017 a 2.453). En concreto, lo hace en un 12%. Son la mejora del resultado financiero (-45%; de 312 a 173 millones negativos) y los beneficios por valoración de determinadas participadas (+67%) los que permiten un incremento del resultado final por operaciones continuadas (+4,4%). Aún lejos del crecimiento del 10,4% del resultado total final.
Lo que falta para explicar el crecimiento son los resultados en operaciones interrumpidas. No se líen, son los beneficios por venta de unidades de negocio (básicamente sociedades participadas), que llamamos interrumpidas porque la inversión ya no se recuperará a partir de su explotación, sino que se ha recuperado ya mediante su venta. Esto aporta a los resultados de Repsol 412 millones de euros en 2018, frente a los 274 millones de euros del año anterior, y explica ese crecimiento final del 10,4%.
La venta de unidades negocio aporta 412 millones, frente a los 274 millones de 2017
La verdad es que el estado contable que no engaña es el de flujos de efectivo porque el criterio para su elaboración es único: explíqueme la caja. ¿Y qué ha pasado con la caja de Repsol? Pues miren ustedes, que el negocio este año ha generado menos liquidez en un 10,5%, lo que se compadece con la caída del resultado de explotación en un 12%.
Continuando con la caja, vemos que Repsol ha reducido, como se dice en terminología financiero-pedante, su apetito al riesgo o lo que es lo mismo: está desinvirtiendo o vendiendo.
El negocio genera un 10,5% menos de liquidez: ha reducido el riesgo con las ventas
Las inversiones netas se han reducido casi a la mitad; en concreto, en un 49,4%. Se ha invertido más que el año pasado, +78%, pero las desinversiones han pasado se ser casi inexistentes en 2017 a más de 4.000 millones de euros en 2018. Esto se compadece con los resultados por venta de unidades de negocio de los que hablábamos antes.
La liquidez obtenida de las operaciones menos la consumida por las inversiones netas no se ha aplicado a reducir deuda, sino que, en una proporción muy importante, se ha dedicado a devolver aportaciones a los accionistas (autocartera), que absorbe el 49,5% de dicha liquidez, y a remunerarles las que mantienen, que absorbe el 9,2%, también de la liquidez mencionada.
Repsol está aumentando la deuda para no estropear la rentabilidad del accionista. Cosa de los tipos bajos
El resultado ha sido otro fuerte incremento del beneficio por acción, que se eleva a los 1,45 euros por título, un 12,4% en el ejercicio 2018.
Al final, como el endeudamiento prácticamente no se ha movido, y aunque aún no se refleja en contabilidad el reparto de dividendos completo de 2018, Repsol está aumentando el apalancamiento como modo de aumentar la rentabilidad de sus accionistas. Lo que en un contexto de tipos de interés tan bajos parece interesante.
En cualquier caso, no nos engañemos. En Repsol, el negocio no va tan bien como aparenta el resultado final, pero la reordenación de participadas y el entorno de tipos bajos ayudan mucho. El mercado parece que lo ha visto, y eso explica que, con Ibex-35 ligeramente alcista, Repsol está ligeramente bajista.