• A eso se suman los 52.622 millones que puso Europa (también España) para rescatar a seis bancos alemanes.
  • De los 52.241 millones inyectados por el Estado en capital y cuotas participativas, deben restarse varias partidas.
  • Las más significativas: lo obtenido por la venta de entidades (2.239 millones) y el valor contable de Bankia y BMN, que asciende a 11.187 millones.
  • Pero también hay sumar algunos conceptos importantes: los costes de garantías judiciales por demandas (1.179 millones).
  • Las posibles pérdidas por las garantías de las carteras inmobiliarias que ofreció a los bancos compradores de las antiguas cajas (918 millones).
  • Y el coste de aportaciones de capital de la Sareb (540 millones), entre otros.
El hecho de que Tribunal de Cuentas cifre el coste público del rescate bancario en 41.786 millones de euros, con la aportación adicional del sector financiero a través del Fondo de Garantía de Depósitos de otros 18.932 millones más, debe llevarnos a una reflexión lo más cáustica posible. Vaya por delante que el calificativo de 'rescate bancario' no es la expresión más correcta, más allá de lo que los políticos de turno lo mal usen de una manera electoral. El rescate, en el fondo, es un rescate político. Las entidades afectadas fueron las Cajas de Ahorros mal gestionadas por políticos y representantes públicos de dudosa procedencia, con baja cualificación financiera y un perverso sistema de incentivos electoralistas. Querían votos a través del gasto político que no podía acometer el sector público por estar fiscalizado. Un sector público que con unos débiles sistemas de control interno permitía la perversidad adicional de justificar el fraude y la malversación de fondos públicos. Hay que reconocerlo, nos gustan los vicios: tener un aeropuerto mola, aunque sólo sirva para hacer carreras de coches en el tiempo, así como poner esculturas en las famosas rotondas de este país. Un aeropuerto es una perversión muy deseable. En esta línea, a Donald Trump se le chantajea por sus perversiones sexuales (o al menos eso dice la CIA), algo que en el fondo queda en la esfera privada, y que más allá de las posibles secuelas físicas no afecta a los recursos públicos. En el caso de nuestros políticos dichas secuelas son más relevantes, más allá de un moratón en oculta parte del cuerpo. En este caso sus perversiones nos han costado mucho dinero. En definitiva, la cifra que revela el Tribunal de Cuentas nos está indicando claramente la factura de unos años de lujuria y, además, nos está diciendo que no hay posibilidad de recuperar lo invertido. El vicio está pagado, con IVA soportado y, encima, no deducible. Se da por hecho que 26.300 millones que puso el Estado se han perdido para siempre, pese a la promesa del Gobierno del PP (en la imagen, el ministro Luis de Guindos) de que los ciudadanos no pagarían la crisis financiera. Vaya por delante que las promesas políticas no hay que creérselas nunca, y menos en algo como el rescate bancario, que los economistas sabemos que siempre, siempre y siempre lo han pagado los contribuyentes. Ingenuos aquellos que se lo creyeron, seguramente por no recordar o no conocer la historia, y exigir algo que es, ha sido y debería ser la norma a aplicar, algo que ya nos contaban nuestros abuelos: el que la hace la paga. Rescatar al sector privado es lo más socialista que hemos visto en manos de un gobierno liberal -o mejor dicho, azul, que es el único color que se le puede asignar a este Gobierno-, porque en el fondo se están reescribiendo las normas de la economía: el modelo de incentivos. Si las empresas son conscientes de que, aunque lo hagan mal, siempre vendrá el Estado a ayudarnos, es como reconocer que esas empresas son públicas, que están nacionalizadas y, en alguna medida, forman parte de la SEPI. Ahora no nos llevemos las manos a la cabeza si los morados dicen que hay que nacionalizar a la banca. En el fondo no son originales: ya lo hemos hecho, les han robado sus ideas hace tiempo. Hemos reescrito el capitalismo, tal y como quería Sakorzy, otro de color azul. En definitiva, nuestros comentarios cáusticos ponen la guinda a las cifras de la perversión de esta sociedad a lo largo de estos años y pone la aceptación en la factura con el sello "Páguese al portador". La factura a pagar tiene tanto desglose como el recibo de la luz: de los 52.241 millones inyectados por el Estado en capital y cuotas participativas deben restarse varias partidas: el importe por los reembolsos de capital (800 millones), lo obtenido por la venta de entidades (2.239 millones) y el valor contable de Bankia y BMN que asciende a 11.187 millones (esperamos que aumente con el tiempo). A esta factura, debemos añadir el coste de suscripción de bonos (352 millones), las posibles pérdidas del Estado por las garantías de las carteras inmobiliarias que ofreció en su momento a los bancos compradores de las antiguas cajas (918 millones), los costes de garantías judiciales por demandas (1.179 millones) el coste de aportaciones de capital de la Sareb (540 millones) y 169 millones más en gastos varios. En definitiva, 41.847 millones a los que descontamos 61,8 millones que el Banco de España ha ganado. Total a pagar por el sector público: 41.786 millones de euros. A "escote", unos 899 euros por habitante, incluidos jubilados y bebés recién nacidos. Es decir, 3.600 euros por familia de cuatro y si es familia numerosa mejor no hagan cálculos. Reescribir las normas de la economía, reescribir el capitalismo es una "varvaridad". Sí, con "v". Si escribir con tales faltas de ortografía le hace sangrar sus ojos debería darse cuenta que sus bolsillos llevan tiempo sangrando. Y si se acuerda de Islandia, considere que allí no se rescató al sector bancario, no porque no quisieran, sino porque no podían. La factura era inasumible. En Alemania no pasó lo mismo, la factura inicial del rescate de seis de sus bancos fue de 52.622 millones que procedían de ayudas europeas. Es decir, también las pagó Ud. Para que luego critiquemos a Donald Trump. Él lo disfruta y él se lo paga. Rodrigo de Silos rodrigode@hispanidad.com