En el momento de escribir esta crónica Alfredo Pérez Rubalcaba convalece, víctima de un ictus, en estado de extrema gravedad.
Su anuncio de retirada como líder del PSOE es seguido, en brevísimo lapso por la abdicación de Juan Carlos I.
¿Por qué? Porque el monarca de la transición sabía que el PSOE del felipismo podría venir del republicanismo, pero, ante todo, era sensato. Lo que aparecía como sucesor de Rubalcaba parecía una vuelta al zapaterismo, que en lugar de decirse republicano y actuar como Juan carlista, jugaba con la idea de los “valores republicanos” que significa, principalmente, la guillotina.
Cuando Alfredo Pérez Rubalcaba anuncia que abandona la secretaría General, el rey Juan Carlos se apresura a abdicar
Y así fue, llegó un Pedro Sánchez insensato, guerracivilista y tendente a ejercer como jefe de gobierno y como jefe del Estado, como acaba de demostrar con el interregno en el que ha ganado sus primeras elecciones.
En cualquier caso, Juan Carlos I consiguió lo que se proponía: dar paso a su hijo, Felipe VI y mantener la institución monárquica. Y Rubalcaba facilitó el tránsito.
Eso sí, ahora a Felipe VI le ha salido un competidor en Moncloa.