Sábado Santo. Buen día para hacer balance sobre la situación actual del cristianismo.
Como decía una revelación contemporánea -¿les he contado que abundan las revelaciones ahora mismo, en 2018?- “caminaréis entre demonios”. O como decía Escrútopo, el inteligente demonio de Clive S. Lewis, la táctica de Satán a lo largo de la historia varía: unas veces nos escondemos para que el hombre niegue nuestra existencia y otras nos quitaos la careta y practicamos el terrorismo directo. A veces, Luzbel se oculta para engañar a la humanidad, en otras se muestra para desesperar al hombre.
No hablo de posesiones diabólicas. La posesión es del cuerpo, o sea, una fruslería del terrorismo satánico. Hablo de posesione del espíritu.
Esta es la era del terrorismo satánico
En puridad, toda alma en pecado está poseída en su espíritu por el Maligno: le pertenece. Ahora bien, cuando hablo de terrorismo satánico me refiero a un alma (una mente, si lo prefieren, aunque no es lo mismo) que trabaja para el Maligno.
Aunque como el hombre está compuesto de lo material y de lo inmaterial, las posesiones diabólicas pueden venir por haber frecuentado el pecado. Esta no es una afirmación propia, sino del exorcista más famoso del siglo XX, el cura-exorcista de Roma, Gabriel Amorth. Pero insisto, lo que importa es cuando Satán se lanza la terrorismo directo, cunado ya no se oculta, y este, me temo, es el signo actual de nuestro tiempo.
Creo que vivimos los tiempos del Anticristo por tres razones: una, la apostasía general que percibo en ciudadanos y ciudadanas, en tantos y tantas.
Dos, porque el hombre se ha vuelto incapaz de arrepentirse. Y sin arrepentimiento no puede haber perdón; sin perdón no hay justicia, sin justicia la paz es imposible. La paz interior y la exterior. Ya saben: no hay paz sin justicia no hay justicia sin perdón, el perdón de poco sirve sin el arrepentimiento del pecador.
Tercero y más importante: porque el diablo anda suelto… hasta por el Vaticano, según le decía el Papa Francisco a un empresario español. Porque vivimos, ojo, en el tiempo de la Blasfemia contra el Espíritu Santo. ¿En qué consiste la blasfemia contra en Espíritu, el pecado que, según Cristo, no se perdonará ni en este siglo ni en el venidero? Sencillo: consiste en llamar bien al mal y mal al bien.
Ejemplo: el derecho al aborto. El cobarde asesinato del inocente se convierte en un derecho. De la despenalización al aplauso. Es un ejemplo tópico pero incontestable: antes el aborto era un homicidio aunque no debía castigarse, por la razón que fuera. Ahora resulta que el aborto es un derecho, es algo bonísimo: el mal se ha convertido en bien. Y al revés: defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, es fascismo y el defensor de la vida un ultra fanático.
El diablo se ha quitado la careta. Ya no necesita esconderse
Esto es la blasfemia contra el Espíritu Santo, la que llama bien al mal y al bien. Y no puede perdonarse, no porque el Dios que hoy está en el sepulcro y mañana resucitará, no lo perdone todo, sino porque Dios, que es todo amor, no puede ser infiel a sí mismo invirtiendo el bien en mal y el mal en bien. Aunque se trate de una opinión muy progresista.
Por cierto, la era del blasfemia contra el Espíritu explica otro fenómeno de nuestro tiempo, como es la persecución a los cristianos y recuerda a otra cita evangélica que encaja como un guante de este siglo XXI: llega la hora en que cualquiera que os dé muerte pensará prestarle un servicio a Dios (Juan 16, 2).
Otrosí: es el demonio quien persigue a los cristianos, con violencia física en Oriente, con violencia política y judicial en Occidente. Esto no lo dice ninguna revelación: lo dice el Papa Francisco.
Por tanto, este Sábado Santo cae en una época realmente dura –y apasionante- de la historia de la Iglesia, si lo prefieren, de la historia de la humanidad… que es exactamente lo mismo.
Allá donde miro veo paganismo o, lo que es peor, blasfemia contra el Espíritu
En esta era, el cristiano se enfrenta, o bien a un paganismo donde quien lea estas líneas simplemente pensará que se trata de un problema de los curas, especie marginal en sano peligro de extinción, y también se enfrenta al enemigo más temible: la Blasfemia contra el Espíritu Santo, que implica una clarísimo fin de ciclo, por la inversión de valores que implica. Ya que no se puede perdonar, ni en este siglo ni en el venidero, por la sencilla razón de que ni Dios mismo puede perdonar la blasfemia que supone convertir el mal en bien. En este momento, la misericordia divina se convertiría en la connivencia de Dios.
Por cierto, el principal objetivo de Satán, ahora que se ha quitado la careta, aquello que el rey oscuro no puede soportar, es la Eucaristía, el mayor regalo de Dios al hombre, aún más que la vida, la fe o la gracia. Todos sus ataques van contra la Eucaristía.
Sí, el diablo anda suelto. Mismamente en el Vaticano. Lo asegura el Papa Francisco
En cualquier caso, tras el Silencio del Sábado Santo viene la gloria de la Resurrección, gloria de Dios prestada al hombre, por cuanto todos los hombres estamos llamados a resucitar. Y luego la Ascensión, cuando se dijo eso de “yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Ergo, nada que temer.
A mí lo único que me preocupa es el tránsito de la era de la blasfemia contra el Espíritu a la del triunfo de la Gracia, a la Nueva Jerusalén, en esta etapa en la que caminamos entre demonios. Por lo demás, es Sábado Santo y todo está en orden.