Un día después de la muerte de Cristo en la cruz, un día antes de su resurrección. En el Sábado Santo siempre se habló del silencio de Dios, tres días en el sepulcro, aunque no enteros, para que se cumplieran ‘sus’ escrituras. Por eso, quizás también por ser sábado, la grey cristiana, mayoría en Occidente, por lo menos hacía 40 años, se volcaba en la Virgen María, en su madre, que es el refugio del cristiano cuando le falta Cristo.
Toda la advocación mariana al dolor de María, esa espada que atravesó su corazón, se vivían especialmente en Sábado Santo, en el silencio de Dios. El Sábado Santo es el día de María. Por sábado y por santo.
Sólo nos queda María. Antes, cada Sábado Santo; hoy, cada día. Nuestro consuelo ante la pandemia es La Señora, nuestra arma, el rosario
Pues bien, en el mundo actual, el silencio de Dios parece permanente, no porque Dios no habla sino porque el hombre está sordo. Una sordera que dura 40 años y que ha colocado a la humanidad al borde de la desesperación. Dentro de este proceso de desesperanza, el coronavirus no es más que una anécdota, aunque esa anécdota haya pasado ya la frontera de los 100.000 muertos en todo el mundo.
En cualquier caso, sólo nos queda María. Antes, cada Sábado Santo; hoy, cada día, todos los días. Por que sí, el coronavirus deja ya 100.000 muertos a nivel mundial pero la especie humana, la única que interesa, no se da por enterada, no cambia: falta el amor recio a la Virgen María.
Santa María está más presente que nunca. Y por tanto, es el siglo de España, “tierra de María”
Lo que es tanto como decir que este siglo XXI es el siglo de Santa María, está más presente que nunca. Las apariciones de la Virgen, antaño extraordinarias, se han convertido ahora en próximas, latentes detrás cada noticia de portada. Casi todas las profecías –sí, profecías, que no son cosa del pasado, porque el poder de Dios no ha disminuido- apuntan a lo mismo: sólo nos queda María, porque ha llegado la época del silencio de Dios, y no sólo en Sábado Santo. Quien no entienda esto es probable que no entienda nada de lo que está ocurriendo.
Y por tanto, es el siglo del protagonismo de España, que es la “tierra de María”, según la certera definición de San Juan Pablo II. Como tierra de María, España, cuyo protagonismo político es hoy mínimo en el mundo, sigue siendo clave en la historia. Ojo: para bien y para mal.
Nuestro consuelo ante la pandemia es la Madre de Cristo, nuestra arma, el Santo Rosario
María y el arma del momento es el Rosario, esa oración repetitiva, como no hay fenómeno más repetitivo que el lenguajes de los enamorados. En el confinamiento, salva al mundo con el rezo del rosario.
Y esto sirve hasta para echar a Sánchez de La Moncloa. Pero esto último es un apunte personalísimo. El resto, también. Bromas aparte: el consuelo frente a la pandemia es María. Y esto es mucho más que un apunte personal.
Y sí, España a quien tanto denostamos los españoles, va a ser, lo quiera o no, protagonista del mundo. Sí, del mundo político, económico e incluso informativo. Curioso, porque los periodistas vivimos un mundo de mantra, paralelo al real. Porque el personaje del siglo es Santa María y eso convierte a España –insisto, para bien o para mal, depende de nosotros- en protagonista de la historia.