1 de mayo. Buen momento para acordarse del Chesterton más joven: “Dios escucha siempre desde lo alto la voz del trabajo que hacemos. Él sabe quién es el hombre esforzado que ve en el trabajo un título de honor”. Traducido: el que no trabaja, que no coma.
Buen momento para recordarlo, sí, cuando España vive en el tercer año de la era Sánchez, que crea subvenciones, no empleo.
Es cierto que no es el Estado el que debe crear empleo sino conformarse con no impedir que lo cree el emprendedor (por ejemplo, que no cree impuestos imposibles y burocracia aún más imposible), pero también es verdad que en periodos de particular gravedad, en momentos extraordinarios, es mejor que el Estado se endeude para crear empleo que para crear subvenciones y voto cautivo. Por ejemplo, un momento extraordinario es el coronavirus: este momento. Si hay que crear un INI, créese.
La exaltación de lo público tiene mucho que ver con la exaltación de la pereza y el socialismo tiene mucho que ver con la envidia
Pero hay más elementos a considerar en este 1 de mayo. Por ejemplo, con el precitado covid, hay que recordar que los españoles de bien desprecian la limosna pública o privada: lo que quieren es trabajar. No quieren ingresos mínimos vitales, quieren empleo. ¡Pero si estamos en medio de una tragedia sanitaria! Pues por eso mismo, con más razón.
Más. CCOO y UGT se mantienen en esa misma línea de hace medio siglo: trabajar poco, cobrar para ir tirando y que no te puedan despedir. Naturalmente los jóvenes les han dado la espalda. Los jóvenes creen en la necesidad pero también en el mérito: no han pasado años preparándose para que lo mismo sirva, y lo mismo cobre, el esforzado que el indolente. ¿Cuántos jóvenes están afiliados a CCOO y UGT?
La solidaridad es maravillosa pero no puede ser ni forzada -empresario- ni forzosa -con la próxima generación-
La exaltación de lo público tiene mucho que ver con la exaltación de la pereza y el socialismo tiene mucho que ver con la envidia. El dinero público, aunque Pablo Iglesias se empeñe en lo contrario, no es el dinero de todos: es el dinero que la clase política nos roba para hacer con él lo que les viene en gana.
Más: la solidaridad es maravillosa pero no puede ser ni forzada -para el empresario, con unas cuotas sociales imposibles que le conducen a la economía sumergida- ni forzosa: forzar al trabajador a pagar una nómina mensual de 10.000 millones de euros (por 14 pagas) al pensionista, cuando nadie le asegura que él vaya a cobrar una pensión. Apoyo el sistema público de pensiones pero hay que retrasar la edad de jubilación.
Para poder repartir alguien tiene que producir primero. El empresario es un elemento necesario y la propiedad privada, cuna de libertades y de bien común
Además, la izquierda, tan preocupada por los vulnerables, siempre olvida que, para repartir, primero hay que producir y que, para dividir, primero hay que multiplicar.
Despido libre, impuestos bajos, salarios dignos: esa es la fórmula para crear empleo y para forjar una meritocracia. Despido libre porque el empresario no es un ser malvado que está deseando poner en la calle a sus empleados. Contrata cuando necesita mano de obra y despide cuando no vende lo suficiente. Las cuotas y el IRPF desproporcionados gravan al trabajador y asfixian a la empresa. Y eso sí, una escala salarial digna no se puede construir sino desde un salario mínimo digno, base de la pirámide. ¿950 euros son un salario mínimo digno? Yo creo que no, pero lo que lo convierten en un salario algo menos que mínimo es el obligar al empresario a pagar otros 250 euros en cuotas.
Despido libre, impuestos bajos, salarios dignos: esa es la fórmula
Por liberal estoy a favor de un salario mínimo digno. Como católico también, porque la doctrina social de la Iglesia deja claro que el salario no debe depender sólo de las condiciones de mercados sino también de las necesidades de la familia para llevar una vida digna.
Los días del trabajo de CCOO y UGT hace tiempo que se convirtieron en una antigualla y lo que es peor: en una forma de mantener a una casta sindical que se comporta como un partido político… sin presentarse a las elecciones.