No digo yo que el diario El País y el Gobierno Sánchez se comporten como auténticos sinvergüenzas en materia de inmatriculaciones. Es decir, en materia de la nueva desamortización eclesiástica que prepara el PSOE. Y que recuerda mucho a la sinvergonzada de Mendizábal y Madoz. Pero no digo yo que la revisión de las inmatriculaciones que pretende el PSOE y jalea El País sean cosa de sinvergüenzas: ¡Líbreme Dios! Yo sólo digo que se parece mucho a la sinvergüenzada de los señores Mendizábal y Madoz, en la década de los treinta y los cincuenta del pasado siglo XIX, un verdadero latrocinio del Estado a la Iglesia, perpetrado por los dos ministros citados en beneficio del Estado, poco, de los ricos, mucho y, pasando de lo general a lo particular, de los propios Mendizábal y Madoz.
Por cierto, el primer y más solvente especialista en desamortización eclesiástica del siglo XIX es el catedrático de Historia contemporánea de la Universidad d Alcalá, Javier Paredes, y ya ha dejado en estas pantallas algún retazo del carácter de la desamortización del XIX y de la inmatriculaciones sanchistas del XXI: no es más que odio a Dios y robo a la Iglesia.
En plata, arrebatar a los curas templos y propiedades eclesiásticas para dárselas… a Mendizábal y Madoz
Y así, no encontramos con informaciones tan puñeteras (no sinvergüenzas) como la publicaba días atrás por el diario El País: aquí la tienen.
Naturalmente, El País no se plantea la única pregunta que hay que plantearse: ¿De quién puede ser propiedad una catedral o cualquier lugar de culto católico, sino es de la Iglesia católica? Recuerden cuando los podemitas –todavía más progres que el PSOE- de Zaragoza llevaron a los o tribunales a la Iglesia porque aseguraban que la catedral de Zaragoza debía ser propiedad del pueblo. Los tribunales (hasta los tribunales pueden ser sensatos) respondieron que si se habían emborrachado con vino o con licor.
La desamortización eclesiástica enriqueció a los ricos ateos y supuso el abandono, saqueo y destrucción de buena parte del arte sacro. Es tu momento, Sánchez
Pues eso es lo que pretenden ahora mismo con Peter Sánchez, que como es ateo, considera su deber fastidiar a los curas lo más posible y de paso, a todos los laicos católicos consecuentes. Y El País, en el tono doctoral que caracteriza al diario global, cada día más independiente de la mañana, y hasta de la tarde y de la noche, nos explica que los pérfidos obispos se han dedicado a poner a su nombre todos los lugares de culto posible, tras la reforma legal del fascista Aznar, que pretendía un sinsentido tan profundo como que la iglesia inscribiera a su nombre lo que siempre ha sido suyo. ¡Cosa más extraña!
Resumiendo: la desamortización eclesiástica enriqueció a los ricos ateos y supuso el abandono, saqueo y destrucción de buena parte del arte sacro. Es tu momento, Peter Sánchez.