La trampa de Pedro Sánchez es muy simple: si prohíbes circular prohíbes sin citarlos, un montón de derechos constitucionales: reunión, manifestación, culto, expresión, etc. Y para conculcar esos derechos, no sirve de nada un Estado de alarma: se necesitaba un estado de excepción. Pero si cuela el de alarma, que suena más democrático…
Cuatro ministros a escena y un solo propósito totalitario disfrazado, encima, de libertad y democracia: tiranía buscada: Salvador Illa, Margarita Robles, Fernando Grande-Marlaska y José Luis Ábalos.
Dictadura marxista por supuesto, que el comunismo no ha muerto, como bien sabe don Pablo Iglesias, comunista de pro.
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Más mentiras: Margarita Robles asegura que el Estado de alarma no conculca Derechos. Sólo conculca la libertad de circulación que, a su vez, anula otros muchos
De entrada, resulta frustrante, pero ni el coronavirus provoca que los miembros del Gobierno Sánchez-Iglesias cedan un ápice en su sectarismo. Ni en feminismo, ni en ideología de género, ni en cristofobia.
Illa vuelve al argumento: hemos aplanado la curva, haciendo buenos las memes de internet que muestran a un Pedro Sánchez octogenario, que asegura que nos tiene que pedir un semana más de reclusión.
Parece Margarita ‘Ambiciosa’ Robles. No me extraña que felipistas y guerristas, el viejo PSOE, que rompió con el marxismo, la contemple como una posible alternativa, pero creo que se equivocan.
En cualquier caso, Robles no significa más libertad. Buena prueba de ello es su empeño en defender, con ansia de leguleyo, que el Estado de alarma no conculca derechos. Sí, jueza Margarita, sí los conculca, otra cosa es que no debiera tener capacidad para hacerlo.
El estado de alarma prohíbe el derecho a la libre circulación. Y por esa vía conculca un montón de derechos: por ejemplo el derecho de reunión, el de manifestación el derecho a la libertad de culto, el derecho de iniciativa empresarial, etc.
Y por cierto, si algo caracteriza a este Gobierno es su cristofobia, su odio profundo a los católicos. Y la trampa consiste en que no prohíbe las eucaristías ni cierra las Iglesias (de eso ya se encargan los obispos), pero, ojo, sí prohíbe que un laico confinado -todos- salga de casa para ir a misa.
Mas mentiras: Marlaska, quien acusó a una esposo inocente de matar a su mujer, insiste en perseguir los bulos… que puedan poner en peligro el “orden público”. Vulgo: que nadie se atreva a discrepar del Gobierno
Fernando Grande ‘bicho’ Marlaska. Sin duda el más peligroso de los cuatro porque también es el más embustero. Primero, con la excusa de salvar vidas ha lanzado a la policía a husmear en nuestras vidas y a aprovechar el estado de alarma para fastidiar al ciudadano, vigilando sus más mínimos movimientos, preparándole para la tiranía. Marlaska ha alentado ese espíritu sádico que siempre anida en las fuerzas de seguridad… y en el propio don Fernando.
Marlaska, además, es el rey del subterfugio. Con la excusa de proteger a las mujeres, aprovecha para solicitar más denuncias contra la violencia de mujeres, porque el confinamiento, muy lamentable, había reducido el número de denuncias. Y así, el gran luchador contra los bulos calumnió aun hombre en Valladolid: dio pábulo la teoría de que había matado a su pareja, hasta que el juez archivó el caso y tras ser desmentido por la propia delegación del Gobierno en la ciudad castellana. Pero es igual, sigue denunciando los bulos. Cuidado con este personaje: es un peligro para la libertad de expresión y el heraldo de la venenosa ideología de género y los liberticidas delitos de odio.
Queda José Luis ‘modesto’ Ábalos, un valenciano convertido en el nuevo Lenin español. El ministro de Transportes ha cogido el testigo comunistoide de Pablo Iglesias -uno de los personajes más odiados por los españoles- para destrozar la libertad individual, y con ello a la persona, en nombre de los “valores colectivos”.
Ojo a esta expresión. Ábalos la ha utilizado hoy por primera vez y la ha repetido con sospechosa reiteración.
Y como excusa para atacar a la Iglesia Católica, que es sacramental y, sin libertad de circulación, no puede desarrollar su labor pastoral
Veamos. el chulesco Ábalos pone como ejemplo del acierto gubernamental frente a la coronavirus la disminución en el uso del transporte colectivo. Todo un éxito del Gobierno: prohíbe moverse y luego asegura que es un éxito que Juan no tome el tren, ni el autobús, ni avión. Claro campeón, a la fuera ahorcan.
¿No es genial?
Y atención: para el modesto Ábalos esta es la era del “consenso global” sobre los valores colectivos. Los tales valores son, según Ábalos el “escudo social” (expresión tomada del comunista Pablo Iglesias), sanidad pública, escuela pública, transporte público: lo privado sobra. Es la perfecta dictadura comunista pero, no por la vía de la revolución social violenta (pueden matarte por eso) sino por la vía democrática, hasta hacerse con el poder, claro está. En Venezuela y Cuba e Irán siguen celebrándose elecciones de lo más democráticas.
Los españoles estamos tan habituados a la libertad que consideramos impensable un paso atrás. Pues bien, ese paso ya lo ha dado Moncloa, mientras, nosotros, aborregados, decimos que sí, que estamos dispuestos a aguantar al caudillo Sánchez porque tenemos miedo a un virus. Y ni don Pedro ni don Pablo -más inconsciente el primero en su egolatría que el segundo en su soberbia- van a desaprovechar la oportunidad.
Los católicos deben arriesgarse a sanción y detención. Y los obispos deben rebelarse contra el Gobierno
En el entretanto, se trata de asfixiar a la Iglesia prohibiendo, de hecho, la Eucaristía. Tranquilos, no lo lograrán pero prepárense para una iglesia de catacumbas, si no de martirio.
Los católicos, especialmente los obispos, deben rebelarse contra el Gobierno Sánchez Y tiene que ser ahora.