El Gobierno frentepopulista de Pedro Sánchez está embalado. El PSOE ha pasado de menchevique a bolchevique en apenas semanas. Respecto a Podemos… como alguien dijo, nació como un excusa para fornicar y se les fue de las manos: ahora los chicos de Pablo Iglesias se han creído su propio papel de redentores progres y han puesto en jaque, no al Rey, como repite Iglesias, sino al sentido común de media España. Basta con ver los nombramientos de altos cargos que han perpetrado el propio Iglesias y su pareja, Irene Montero: del nepotismo familiar e ideológico reinante en la Administración pública socio-podemita lo que más me asombra es que no asombre.
Ambos juntos, PSOE y Podemos, forman un cóctel explosivo que les lleva en volandas hacia el llamado comunismo democrático, bolivariano: ganar el poder en las urnas y, una vez conseguido, mantenerse en el poder indefinidamente… por la manipulación del sistema desde el poder.
El Sanchismo necesita de la justicia y la propaganda (CGPJ y TC, RTVE y CIS, principalmente). Ya casi los tiene pero ahora hay que pasar de la inmunidad a la impunidad
Concretando: Sánchez pretende ahora terminar la conquista de la Justicia y de la Propaganda, que ya, en buena dosis, posee. Eso significa hacerse con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que en buena parte ya es suyo, con el Tribunal Constitucional, que en parte ya es suyo, y podemizar la propaganda, que ya es casi suya en su totalidad. Hablo del CIS, donde repite el caradura de José Félix Tezanos y de RTVE, que jamás ha manipulado tanto la realidad, y de forma tan aviesa, como con la insigne musa de la democracia, Rosa María Mateo, y su equipo de sectarios. Pero ojo, el resto de los canales de TV también son terreno conquistado por ese comunismo democrático, perfectamente compatible con el cristianismo progre.
Ahora bien, el objetivo último del Sanchismo podemita es la Iglesia. En una España donde comportarse -que no ser- cristiano ya constituye una rareza, la Iglesia, a pesar de los pesares, continúa representando el espíritu mismo del país, incompatible con el bolivarianismo sanchista.
El comunismo democrático consiste en ganar el poder en las urnas y, una vez conseguido, mantenerse en él indefinidamente… por la manipulación de la ciudadanía desde el poder
Ya hemos advertido cómo empieza el ataque bolivariano contra la Iglesia: se trata de eliminar la enseñanza católica (ya en parte destruida por los propios católicos y por la propia jerarquía eclesiástica) y de poner en marcha la asfixia económica de la Iglesia (IBI y nueva cargas) y, lo que es más importante, aunque lo parezca menos, con la nueva desamortización que prepara el Gobierno a través de las inmatriculaciones.
Lo que se pretende es que el Estado intervenga en el culto católico en calidad de co-propietario de los templos -ataque jurídico- y como responsable de unos sagrados principios democráticos que exigen que ningún credo reste la sumisión debida a las instituciones públicas. O sea, al Gobierno.
Vamos, que adorar a Cristo resulte antidemocrático, el dogma cristiano liberticida y los mandamientos de la Ley de Dios delitos de odio castigados por el artículo 510 del Código Penal.
Al fondo, al final de todo, se trata de prohibir la Eucaristía -insisto, como copropietario de los templos y en defensa de las libertades- aprovechando cualquier excusa. Ejemplo: en el Valle de los Caídos la excusa para acabar con el culto eucarístico, con la basílica y con la cruz, era acabar con el presunto ‘enaltecimiento’ del dictador. Para otros casos habrá otras excusas.
El tipo de sacerdote que pretende el comunismo democrático de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es el Padre Ángel
Se empezará -ya se ha empezado- con la igualdad de los desiguales: asegurando que todos los credos merecen un mismo respeto e igualando a la mayoría cristianas con las minorías musulmanas, protestantes o simplemente agnósticas y se terminará con la andanada, que hoy nos parece muy lejana y me temo que no lo es, de prohibir la eucaristía -verdadero objetivo último- o modificar la liturgia eucarística por una ceremonia más civil, más democrática y, en cualquier caso, sacrílega.
Para los que todo esto les parezca un panorama exagerado e imposible no tienen más que darse una vuelta por la calle Hortaleza, céntrica calle madrileña, y visita la Iglesia de San Antón, cedida al Padre Ángel, a quien algún obispo ya presenta como ejemplo del sacerdote del siglo XXI. Y no hablo de un prelado separatista, cuestión está menor, aunque el independentismo catalán se nos presente como el gran problema de España. El gran problema de España, que no es ajeno a lo que ocurre en Cataluña y Euskadi es la descristianización. Y cuando un país falla a sus orígenes también pierde su unidad… que se enraiza en sus orígenes. Así, España no se entiende sin la fe cristiana. China sí, España no.
Es exactamente el cura democrático, mediático y onegero que necesitan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, aunque ninguno de los dos, instrumentos de ese ataque contra la Eucaristía, comprendan el significado último de aquello que alientan y propician.
¿De verdad pueden los obispos españoles mirar hacia otro lado mientras emerge un gobierno cristófobo? Porque podrían pasar de tontos a conniventes.
En cualquier caso, el objetivo último del Sanchismo podemita -aunque Sánchez e Iglesias, que no son los más inteligentes del país, no sean sino veladamente conscientes de ello- es la ilegalización de la Eucaristía, clave del culto católico. No lo conseguirán pero están haciendo mucho daño con su intento. La primera víctima del proceso es el aborregamiento de los católicos españoles que ni nos percatamos de ello.