La decisión de Vodafone de no renovar su compromiso con el fútbol televisado, anunciado en enero de 2018, ha puesto en entredicho la rentabilidad de unos derechos -Liga y Champions- por los que Telefónica paga unos 1.300 millones de euros al año.
La primera duda radica en el número real de abonados que se fijan únicamente en la oferta futbolística y contratan el operador que consideran mejor para ver los partidos. Cuando Vodafone anunció su decisión de no seguir con el deporte rey, estimó que, de sus 1,3 millones de abonados, unos 400.000 lo eran gracias al fútbol.
Daba igual: aunque todos ellos decidieran cambiar de compañía, la decisión merecía la pena desde el punto de vista del negocio, ya que la no renovación de los derechos suponía un ahorro de 330 millones de euros. Al final, sin embargo, entre septiembre de 2018 y septiembre de 2019, la filial de la teleco británica sólo perdió unos 80.000 abonados, entre abandonos y captaciones nuevas.
Y su último ejercicio fiscal (1 de abril de 2019 al 31 de marzo de 2020), el primero sin fútbol en su oferta de televisión, finalizó con un saldo positivo de 93.000 clientes de TV, hasta alcanzar los 1,4 millones de abonados, frente a los 1,3 millones de enero de 2018. Esta evolución positiva también quedó reflejada en las cuentas anuales del grupo, con aumento de los ingresos y del ebitda, aunque esto no fue únicamente por abandonar el fútbol.
En definitiva, la estrategia de Vodafone -que ha optado por las series y el cine- ha puesto en entredicho la rentabilidad de los derechos de retransmisión del fútbol, por los que Movistar paga unos 1.300 millones anuales (Liga y Champions). Una factura que la temporada 2020-2021 sólo se verá aliviada por los cerca de 300 millones que le pagará Orange, el único operador que ha renovado su compromiso para la temporada que viene, después de que Mediaset (Mi Tele Plus) haya renunciado a hacerlo.