Ya ha comenzado el Sínodo de la Amazonia. Si el Sínodo de la Familia se convirtió en una profanación de la Eucaristía -así, como quien dice, resumiendo- y el medio-sínodo alemán en un despelote sexual y en un ataque a la autoridad papal, el Sínodo de la Amazonia, que se inició el viernes 4, festividad de san Francisco de Asís (pobre Francisco) en Roma, amenaza con convertirse en un sacrilegio permanente del Santo Sacrificio de la Misa.
¿Palabras gruesas? No tanto. De hecho, cuando uno habla con laicos que siguen la actualidad de la Iglesia, con sacerdotes o teólogos, se escuchan palabras aún más fuertes. Pero vamos a concretar:
Por un lado, tenemos, cómo no, la aportación feminista, es decir, la palinodia sobre el momento de capital sufragio universal en los sínodos. Valiente chorrada, como si un Sínodo funcionara como un parlamento, por mayorías, cuando sólo tiene una función de asesoramiento al Pontífice, que al final es quien decide en materia de doctrina… como viene siendo desde hace 2.000 años.
O también, lo que titulaba un diario progresista sobre el magno acontecimiento: “el momento de escuchar a las mujeres”… como si fuera posible evitarlo.
Cuando se habla de introducir ritos indígenas en la liturgia católica se olvida que algunos de esos ritos son de procedencia satánica
También en medios católicos como el semanario del Obispado de Madrid que se entrega con ABC, titulado Alfa y Omega (cada vez menos alfa y más omega), que solicita “una Iglesia con rostro indígena, sin paternalismos”. Es decir, que los colonizadores españoles no debieron evangelizar a los indios -sin paternalismo.
Eso sí, Alfa, también Omega, rinde tributo a los caídos “en defensa de los derechos humanos de los indígenas”. Al parecer, no se refiere a los evangelizadores muertos a manos de los indígenas ni a los indígenas liberados por los ‘paternalistas españoles y portugueses’ del poder siniestro de los sátrapas locales, asimismo indígenas que tenían mucho de salvajes y poco del buen salvaje.
Otro ataque del sínodo es contra el celibato de los sacerdotes. Como en la Amazonia no hay catequistas, lo mejor es convertir en sacerdotes a los ya casados, aunque uno sigue pensando que lo mejor sería fomentar las vocaciones sacerdotales en lugar de dulcificar los votos. Naturalmente hay muchos, y muchas, gente original que pretenden, no se lo van a creer, el sacerdocio femenino.
¿Y todo lo anterior resulta preocupante? Sí, por no mucho. A mí me preocupa muchísimo más el intento de algunos, cada vez más explicito, con esas palabras tan clericalonas, que emanan de alguno de los organizadores del Sínodo, de asimilar (ya saben, con carácter ‘inclusivo’) ritos indígenas a la liturgia católica. Y, pueden apostar doble contra sencillo, a que el rito hacia el que apunta el indigenismo no es otro que… la eucaristía, como siempre.
Y dejando a un lado el pequeño detalle de que muchos ritos indígenas son de origen satánico, todo esto evoca mucho a la “abominación de la desolación” de la que hablan las escrituras. Entonces ya no estaríamos ante una profanación de la eucaristía, como ocurría cuando los chicos del Sínodo de la familia se empeñaron en que se podía comulgar sin estar en Gracia de Dios, sino en un sacrilegio puro y duro, una mofa del Santo Sacrificio, disfrazado de culto indígena, en aras de la multiculturalidad y otras barbaridades horteras.
¿Que la mujer tenga más poder en el Sínodo? ¿Para qué? El Sínodo no es otra cosa que una consultoría del Papa, que decide sobre varones y mujeres
Y el sacrilegio, al igual que en materia doctrinal, la blasfemia espiritual (convertir el mal en bien y el bien en mal) son dos síntomas de fin de ciclo. Sí, de eso que están ustedes pensando.
Con todos mis deseos para que el Sínodo de la Amazonia pase pronto, muera en el momento del parto, provoque la menor confusión posible y sus impulsores se vayan a freír espárragos… con tanta paz como dejarán tras su marcha. Sí, deseo al noble Sínodo de la Amazonia lo que aquella piadosa mujer en el sepelio de su amado esposo: “Recíbele Dios mío, con la misma alegría con la que yo te lo entrego”.
En su festividad, 4 de octubre, el Papa ha encomendado el Sínodo al Poverello de Asís: ¡Pobre San Francisco, pobre Francisco! Lo que van a tener que trabajar...