- Cáritas denuncia que los combatientes destruyen con sus "enormes zapatos" infraestructuras, fábricas y edificios.
- Muerte, pobreza, evacuados, falta de comida, educación, emigración, ancianos abandonados o falta de atención médica son algunas de las consecuencias.
- Más que las ayudas, los sirios desean sólo la paz.
Prosigue la guerra en
Siria, que ya ha provocado
más de 400.000 muertos y miles de desplazados. Tras el fracaso de la tregua acordada la semana pasada en ese país, los combates se han reanudado en casi todos los frentes de una guerra civil entre el régimen de
Bashar al Assad y los rebeldes yihadistas -apoyados cada uno por potencias- que ya dura cinco años. Pero, ¿qué sienten los sirios que todavía permanecen allí?
Una pista la ha dado
Sandra Awad, responsable de
Cáritas Siria, de 39 años, casada y madre de dos hijos, en una carta-pedido enviada a
AsiaNews con ocasión de la Jornada Internacional de la paz.
En Siria se juega "un partido de fútbol" entre las grandes potencias internacionales, en el cual "el pueblo sirio" es utilizado como "pelota".
Y los combatientes en lucha están "destruyendo" con sus "enormes zapatos" las infraestructuras, los edificios, las fábricas y "aplastan" al mismo tiempo a las personas, describe.
Detallando los dramas provocados por la guerra, la portavoz del ente católico -a la vanguardia en la obra de ayuda a las víctimas del conflicto- agrega asimismo que hay una sola cosa que cuenta realmente para las personas: la paz. "Todos nosotros soñamos con el día en el cual, a la mañana, nos despertaremos y el ruido de los combates habrá cesado.
Y ya no tendremos que asustarnos más por los grandes zapatos de los jugadores que pisotean nuestro terreno. Porque el juego habrá terminado".
Este es el contenido de su carta enviado a Asia News:
"Cuando escuchamos noticias referidas a una tregua en Siria alcanzada por otros países; y además, la decisión de algunas naciones de apoyar a algunos grupos armados internos; o los acuerdos sobre el cese del fuego por gobiernos extranjeros; y prosiguiendo el adiestramiento y el envío de tropas de combatientes a Siria; los cazas de potencias extranjeras que atraviesan nuestros cielos, sin nuestro permiso. Todo esto nos hace sentir como espectadores de un partido de fútbol entre grandes potencias internacionales, jugado sobre terreno sirio y utilizando como pelota "al pueblo sirio".
Desafortunadamente, lo que está sucediendo en el curso de este partido es que los contrincantes están destruyendo -con sus enormes zapatos- las infraestructuras, los edificios, las fábricas y están aplastando al mismo tiempo al pueblo sirio. Todo esto se refiere en modo especial a los pobres, que, cada vez más, son mayoría en el país.
Después de casi seis años de guerra, nosotros, el pueblo sirio ¡estamos extenuados! Este conflicto no sólo está destruyendo nuestro país, sino que también está devastando profundamente nuestro ánimo. La guerra llamó a la puerta de cada casa en Siria, hizo su ingreso en cada departamento y ha dejado huellas por todos los lugares donde pasó. También en nuestros corazones.
La guerra nos convirtió a la mayoría de nosotros en evacuados dentro de nuestro propio país, tras haber perdido todos nuestros bienes, nuestros recuerdos de la infancia y nuestro pasado.
La guerra nos ha vuelto eternamente inseguros, aún cuando estamos dentro de nuestros hogares.
La guerra empobreció a la mayoría de nuestro pueblo, que ahora no logra ni siquiera comprar los alimentos más básicos para poder sobrevivir o el pan para sus hijos.
La guerra penetró en nuestras familias, despedazándolas, convirtiéndose en fuente de desintegración.
La guerra hizo convertir a la educación, a la escuela en un sueño irrealizable para nuestros niños y nuestros jóvenes.
La guerra llenó nuestras calles de personas sin techo, en particular entre los más pequeños, los niños.
La guerra provocó el cierre de las empresas extranjeras, de las embajadas, ha destruido nuestras fábricas y dejó a gran parte de nosotros sin trabajo.
La guerra comportó un alza de precios e incrementó la carga cotidiana de nuestras existencias.
La guerra nos ha privado de energía eléctrica, de atención médicas, de agua potable, llevándonos a la Edad de Piedra.
La guerra nos hace titiritar de frío durante el invierno, sin posibilidad alguna de calentarnos o de dar consuelo y calor a nuestros hijos.
La guerra nos obliga a decir cada día adiós a nuestros seres queridos que deciden emigrar, un deseo común sobre todo entre los jóvenes.
La guerra dejó abandonados a nuestros ancianos, sin que nadie pueda ocuparse de ellos, privándolos de su dignidad en el último tramo de sus vidas.
La guerra se convirtió en el juego más divertido y practicado entre nuestros niños; el conflicto hizo su ingreso, prepotente, en sus discusiones, en su modo de pensar, en sus juegos y ha barrido la inocencia de su infancia
La lista de los efectos que la guerra tiene sobre nuestras vidas es incluso mucho más largo; nuestras necesidades son cada vez más grandes e irresistibles, con mayor razón en este período del año. El invierno se acerca, hace poco se iniciaron las clases en las escuelas y ambas representan una carga y un grave peso en el plan económico para cada familia siria.
Desafortunadamente, sin el apoyo infatigable de Caritas y de otras ONG activas en el territorio sirio, muchas familias no lograrían ni siquiera sobrevivir. Muchas personas, muchas familias dependen de nosotros, aún cuando sabemos bien que nuestra ayuda es como una gota en el mar frente a tamaña necesidad. Ponemos a disposición comida, remedios, dinero para los alquileres, ropa, apoyo en la educación, cuidado de los ancianos, ayuda psico-social gracias a los muchos proyectos en curso: sin embargo, cuando preguntamos -a las personas que se benefician con todo esto- qué es lo que cuenta más para ellos, cuál es la necesidad más apremiante, ellos responden con una sola palabra: ¡Paz!
Todos nosotros necesitamos la paz para reconstruirnos a nosotros mismos, para reconstruir nuestras vidas y nuestro país. Todos nosotros soñamos el día, en el cual por la mañana nos despertemos y el estruendo de los combates haya cesado. Y en que ya no tendremos que asustarnos más por los grandes zapatos de los jugadores que pisotean nuestro terreno. Porque ese día, el juego habrá terminado".
Andrés Velázquez
andres@hispanidad.com