• Pero en este caso, la empresa española es la que vende O2 a los chinos de Hutchison.
  • La autoridad de competencia británica presiona a Bruselas para ser ella quien ponga las condiciones de la operación.
  • La venta de O2 es fundamental para Telefónica, que ingresaría unos 13.560 millones de euros, permitiría pagar el dividendo de 2016 en efectivo y supondría la salida definitiva de un mercado que ya no es estratégico.
En enero de este año, Telefónica anunció que había llegado a un acuerdo con el grupo chino Hutchison –propietario de la operadora Three- para venderle O2, su filial en el Reino Unido. La operación se concretó en 10.250 millones de libras, unos 13.560 millones de euros. Sin duda, una inyección de capital muy importante para la operadora que preside César Alierta. Pero, como es perceptivo en este tipo de operaciones, la última palabra la tienen las autoridades de competencia. Primero, las europeas que, si así lo deciden, trasladan el expediente a los organismos locales. Si no lo hacen, es Bruselas quien establece las condiciones de la compra. Precisamente, en ese punto es en el que se encuentra la venta de O2. La Comisión Europea debe decidir si se queda con el caso o lo deriva a la Autoridad de los Mercados y la Competencia en Reino Unido (CMA) y lo debe hacer antes del 30 de octubre. Hasta que lo haga, desde el Reino Unido lanzan mensajes más o menos alarmantes con el fin de lograr que Europa les traslade la potestad de dirimir sobre el acuerdo. El último, el discurso que Sharon White, consejera delegada del regulador británico de las telecomunicaciones, Ofcom, pronunció el miércoles en la London School of Economics: "O2 y Three tienen planes para fusionarse. Esto reduciría de cuatro a tres el número de operadores móviles en Reino Unido. También eliminaría a Three (el nuevo competidor entrante) como un proveedor independiente. El operador combinado sería el mayor de Reino Unido, controlando cuatro de cada diez conexiones de móviles. Seguimos creyendo que cuatro operadores es un número competitivo que ha generado buenos resultados para los consumidores y retornos sostenibles para las compañías. Me preocupa que Reino Unido acabe con mercados más concentrados que lleven a precios más elevados y menos opciones para los consumidores". Ahí queda eso. Vaya por delante que si el caso termina en Reino Unido, no sería Ofcom sino la CMA quien al final lo analizaría. Pero da igual si se trata de presionar. La CMA quiere llevarse el gato al agua porque así –y este es su gran argumento- pueden estudiar la operación al mismo tiempo que analizan la otra gran fusión que sigue en estudio: la de British Telecom (BT) con Everything Everywhere (EE). Independientemente de lo que decida Bruselas, lo que verdaderamente penaliza a Telefónica es el tiempo que tardan las autoridades para tomar decisiones. Ya le pasó en Alemania, cuando compró E-Plus, filial de la holandesa KPN. Entonces, la Comisión Europea tardó un año en dar su aprobación, y lo hizo exigiendo unas duras condiciones a la teleco española, que necesitó otros tres meses para cumplir los requisitos. En total, desde que anunció la operación hasta que se cerró definitivamente pasaron quince meses. Demasiado tiempo, sobre todo si tenemos en cuenta que la venta de O2 supone que Telefónica ingresará unos 13.560 millones de euros. Además, el pago del dividendo de 2016, que será en efectivo, depende del éxito de esta operación, tal y como anunció la operadora en la presentación de resultados. De momento, las palabras de  White han provocado que las acciones de la teleco caigan este jueves -a una hora del cierre- más de un 2% al tiempo que el Ibex se mantenía  en verde. Pablo Ferrer pablo@hispanidad.com