Días atrás se celebraba en Madrid una manifestación por la legalización del cannabis. Lo más curioso es que los organizadores aseguraban, de forma muy racional, que solicitaban la legalización de la marihuana “incluido su uso terapéutico”. Hombre, la verdad es que muchas drogas y venenos varios se utilizan con fines terapéuticos, pero no las fabrican los camellos: las recetan los médicos y sobre ellas se mantienen muchos controles.
Legalicemos la marihuana… ‘incluido su uso terapéutico’: hay muchos puestos de trabajo en juego
Pero lo gracioso es el “incluso” para fines terapéuticos, lo que se prestaría a cierta coña si el pueblo español no hubiese perdido su sentido del humor.
El caso es que el Nuevo Orden Mundial (NOM) ha convertido en políticamente correcto el uso de alucinógenos de cualquier intensidad. Por eso, la ONU estudia (es decir, que ya ha decidido), la legalización del cannabis. Pero la legalización -que siempre conlleva promoción y fomento- de la marihuana, la droga más ‘blanda’ y más alabada de todas, resulta fundamental: no vas a empezar legalizando la cocaína o los sicotrópicos. Eso vendrá después.
El cannabis sí crea adicción y constituye el paso previo a experiencias ‘más intensas’. Lo dice la ciencia, pero también lo dice la policía
A la legalización de la marihuana se oponen aquellos que han sufrido los efectos de la droga o han tenido un drogadicto en la familia. Pero esos son poco objetivos, como bien comprenderán, y extraordinariamente viscerales.
Por ello, la campaña se centra en asegurar que la marihuana puede ser una medicina y en que no resulta adictiva. Esto último lo niegan algunos científicos, muchos médicos y todos los policías dedicados a la lucha contra la droga. Es más se trata de seres tan fanáticos que aseguran que no existen las drogas blandas: para ellos, todas son duras. Con este tipo de gente, ya entenderán que no se puede abrir un debate ni una reflexión.
¿Por qué la Iglesia prohíbe la droga? Porque resta libertad al hombre
Moralmente –aunque no creo que interese mucho- la Iglesia prohíbe la droga porque todo aquello que, en menor o mayor medida, prive al hombre de sus libertad -libertad es la capacidad de elegir entre el bien y el mal- es inmoral. Le prive mucho o poco.
Los maestros y los filósofos, que a veces son buenas personas, prohíben la droga porque consideran que el hombre está capacitado para ser feliz por su propia realización personal en el bien, la verdad y la belleza. Sin necesidad de fumarse un canuto.
Por lo demás, el único riesgo que corremos es este: desde que descubrimos, 200 años atrás, que la religión era el opio del pueblo, nos hemos empeñado en hacer del opio la religión del pueblo. Y casi lo hemos conseguido: todos estamos fumados.