• Pero el pufo no se ha descubierto desde dentro sino a través de expertos independientes.
  • El presidente dimite, lógico, pero antes, con la tradición nipona, se hacían el harakiri.
  • Las sospechas han durado algo más de un mes y el valor en bolsa se ha desplomado a la mitad.
  • El reto ahora es un más difícil todavía: recuperar la reputación perdida.
El gigante tecnológico nipón Toshiba está en la cuerda floja desde diciembre, cuando avisó de la una posible depreciación sus activos nucleares comprados en 2015 por su filial americana Westinghouse. Desde entonces, el leñazo en bolsa es considerable -su capitalización se ha desplomado a más la mitad, después de otra caída, este miércoles, de casi el 9%-, pero la historia no queda ahí. Ahora tiene por delante un reto mucho mayor: salvar su reputación. En un momento, además, en el que el Gobierno de Shinzo Abe está empeñado en atraer inversión del exterior para reactivar la economía. Es el motivo por el que ha dimitido su presidente, Hisao Tanaka (en la imagen) y no es para menos. Dicho sea y también lo que hacía uno empresario antaño, cuando era pillado in fraganti, era hacerse el harakiri, propio del mundo nipón. Pero lo más grave es que ha puesto en solfa toda la compañía por una "manipulación sistemática" de sus cuentas en todas las áreas de su actividad y desde siete años. Ahí es nada. Dicho de otro modo, durante ese periodo ha estado amañando los resultados de una u otra área de actividad para asegurar un beneficio inexistente de 1.125 millones de euros. En eso ha consistido la trampa, perpetra no sólo por Hisao Tanaka sino con la complicidad de la cúpula ejecutiva. Como ha señalado la empresa, a ese cese seguirá el de otras personas, que serán reemplazadas de sus cargos este mismo mes. No hay trampa sin condena: no sólo cae Tanaka, sino todos los que han tenido que ver con el engaño. De momento, también el vicepresidente (Norio Sasaki) o el ceo (Atsutoshi Nishida), de los que consta una desorbitada presión para cumplir los objetivos de ventas después de la crisis económica de 2008. Ahora bien, ha tenido que ser desde fuera como se ha tenido que descubrir el escándalo. Urgida por el Gobierno, que se temía lo peor, Toshiba encargó un informe a un grupo de expertos independientes, que trabajado en las cuentas del grupo desde hace dos meses y ha descubierto el pastel. Las dudas saltaron en mayo de 2016. No se andan con paños calientes en ese texto, en el que aseguran que se han aplicado "prácticas contables inapropiadas y continuadas" y en diversas áreas de negocio (construcción de proyectos de infraestructuras, ordenadores personales, energía nuclear o semiconductores). ¿Cómo inflaban los beneficios? Desplazando a otros ejercicios determinados costes de una división o simplemente, inflando el beneficio de otras. Un enjuague en toda regla. Obviamente, lleva un momento en el que todo estalla. Es lo que pasó en diciembre, cuando el grupo anunció que, en fin, había revisado a la baja su beneficio entre 2009 y 2013 por las irregularidades contables en los proyectos de infraestructuras. Esa fue la chispa. Lo demás, ha llegado después. Rafael Esparza