• La Casa Blanca desmantela la coartada turca: considera "inaceptable" su incursión en Siria porque está atacando zonas donde no hay yihadistas.
  • Y pone en evidencia las maniobras oscuras de Erdogan, que lo único que pretende es masacrar a los kurdos (ojo, respaldados por Washington).
  • El argumento de Ankara no cuela: justifica los ataques porque los kurdos practican la limpieza étnica en las regiones sirias que controlan.
  • Merkel, mientras, intenta frenar las ansias pro Erdogan de la comunidad turca (3,7% de la población): "Yo también soy su canciller y es importante decirlo".
Turquía ha decidido invadir por tierra y aire el norte de Siria para eliminar objetivos del Estado Islámico (EI) y masacrar a los kurdos, que están haciéndose fuertes en la región y es lo último que desea Erdogan. Pero el problema es que Estados Unidos respalda a las milicias kurdas (son las únicas que luchan sobre el terreno contra los yihadistas). Pero eso al Gobierno de Ankara le importa un pimiento. O parece. Y eso es lo que no consiente Washington.  Al final -ya era hora- ha calentado el tono: el enviado especial de EEUU para la lucha contra el EI, Brett McGurk, ha calificado este lunes de "inaceptable" la incursión de Turquía porque, asegura, está atacando en zonas donde "no se encuentra el Estado Islámico". Y encima, la aviación turca ha usado en sus últimos bombardeos en suelo sirio la base de Incirlik, compartida con la OTAN. Pero eso no detiene el chantaje turco. Su ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, asegura ahora que las Unidades de Protección Popular (YPG), apoyadas por la aviación norteamericana, están llevando a cabo una limpieza étnica en las regiones que han arrebatado a los yihadistas. Así, justifica que el Ejército debe seguir atacándoles hasta que se trasladen "al este del río Éufrates". Turquía considera a las YPG una extensión del PKK, la guerrilla kurda que opera en territorio turco. Entre tanto, los turcos siguen atacando: el Ejército ha efectuado 57 ataques con artillería contra 16 objetivos terroristas en el norte de Siria en las últimas 24 horas. El otro frente, sutil, se libra en Europa; en concreto en Alemania. Ya hemos informado que el país acoge la mayor comunidad turca del mundo, una diáspora de casi tres millones de personas (el 3,7% de la población alemana). Y ojo, porque la mitad conserva su pasaporte turco y puede votar en las elecciones de su país natal. El presidente Erdogan, consciente de esto, no ha disimulado, tras la intentona militar, la influencia que ejerce sobre este grupo de compatriotas. Y ahora, claro, Angela Merkel teme que la comunidad turca en Alemania acabe desestabilizando el país. En una entrevista concedida a la cadena pública, la mandataria alemana ha advertido: "Yo también soy su canciller y es importante decirlo".  No es la primera vez que lo recuerda. La semana pasada, Merkel exigía lealtad a los turcos alemanes y les advertía de que "todos deben expresar sus diferencias de opinión de manera pacífica". En el transfondo de estos mensajes de calma hacia la comunidad turca está el deterioro, como decimos, de las relaciones entre Berlín y Ankara, sobre todo tras el golpe de Estado, aunque con un antecedente: el reconocimiento en el Parlamento alemán del "genocidio" otomano a la población armenia. Y añádanle la filtración a la prensa de un informe del servicio secreto alemán, en el que acusa a la cúpula de Erdogan de financiar grupos terroristas extranjeros -Hamás, por ejemplo- para extender la islamización por el mundo. Daniel Esparza