Punto número uno: sí, el general Félix Sanz Roldan, exdirector de los espías, perdón inteligencia militar, e Ignacio Sánchez Galán eran amigos, muy amigos.
Y sí, algún favor debió hacerle Roldán a Galán, en el pasado, cuando comenzó la exitosa diversificación exterior de Iberdrola para que ahora le premie con el nombramiento para una Comisión Asesora verdaderamente agotadora: se reunieron, al menos, una vez al semestre.
Lo digo porque la interpretación habitual en los conciliábulos -digitales- madrileños es que Galán ficha a Roldán para parar a Villarejo. Y esto es bello e instructivo porque nos da pábulo a sentar otra premisa harto más interesante que el fichaje del director del CNI: Villarejo está muerto.
Bueno, muerto no, está en prisión pero ha gastado toda la munición. Las balas ya disparadas todavía tienen recorrido judicial, porque los recorridos judiciales son eternos, pero le falta nueva munición. Y de nada vale el tuve tuve, sino el tengo tengo. Lo que sepa sobre Iberdrola y Galán… y lo sabe el juez.
A ver: cierto que Villarejo perdió toda su influencia en el CNI. Con Sanz Roldán había tenido, y mucha, pero con el llamado “Gato Félix” se le acabó el chollo. Ahora, desesperado, está dispuesto a declarar todo lo declarable, pero lo cierto es que su estrella se apaga… y continúa en prisión.
Pero el fichaje de Roldán es por gratitud no para que emprenda ninguna función. Además, ¿cuál es la influencia real del general? Cuando pierdes el poder, el teléfono deja de sonar.
Y cuando chantajeas a todo el mundo más te vale que el último cartucho haya matado al enemigo.
Ese es el problema, que el chantajista nunca sabe retirarse a tiempo.
Y esto es lo positivo: que a la era Villarejo se le acabaron las causas, ya sólo le quedan las consecuencias.