Santiago Abascal parece haber olvidado quién le ha votado en las pasadas elecciones del 28-A. Le han votado un montón de cabreados por el ambiente guerracivilista, el creado en toda España por los separatismos vasco y catalán. Pero también le han votado aquellos que están cansados de la traición del PP a sus principios fundacionales, principalmente a los valores cristianos y, muy especialmente, a la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte no provocada y a la defensa de la familia natural: un varón y una mujer comprometidos y abiertos a la descendencia.

Abascal: o España retorna a Cristo o se romperá

Por eso llama la atención la selección de candidatos de Abascal. Ya advertimos sobre el cabeza de lista al Senado por Madrid, ahora en la candidatura por la Comunidad, José María Marco, partidario de institucionalizar el Orgullo Gay. Ahora también, para el 26-M, con la candidata a la Alcaldía de Marbella, Rosa María Calvente, ligada a la empresa que gestionaba uno de los  más famosos prostíbulos de Málaga.

Otrosí: Vox está olvidando su programa económico, obra de Rubén Manso, el único programa distributista de todo el espectro

Y no porque haya que marginar a nadie, don Santiago, sino porque nadie da lo que no tiene. Vox ha triunfado en las generales por la indignación general ante la traición continuada del PP y como reacción ante los ataques separatistas, además de por la insufrible progresía de los cuatro líderes políticos españoles (Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias). Vox se mantendrá arriba –y de otra forma caerá y será una estrella fugaz- por ser el único partido que defiende unos principios cristianos. En otras palabras, la ley natural y, sobre todo, el principio primero para un cristiano en político: el hombre es más importante que la humanidad. Si Abascal permite que los que deifican la nación, en este caso España, empezando por él mismo, se conviertan en los detentadores del mensaje de Vox, caerá en aquello de lo que es acusado: en la derecha pagana francesa de Le Pen. Porque la unidad de España no es un principio, es la consecuencia lógica del principio de la cosmovisión cristiana de la existencia… dado que esa cosmovisión constituye la raíz de la unidad de todos los españoles. España o es cristiana o dejará de ser España.

No sólo eso: Santiago Abascal también debería reparar en que, ya para las generales, olvidó su espléndido programa económico, obra de Rubén Manso (no elegido para el Congreso, por los pelos), el único de corte liberal (en su acepción de defensa de la propiedad privada, que no de la empresa privada), del que no habla ningún dirigente de Vox.

Abascal debería recordar quién le ha votado y por qué le han votado. Porque a un todo cristiano, a todo líder cristiano, lo primero que se le pide en el siglo XXI es coherencia. Ya saben, “el martirio de la coherencia”, del que hablaba San Juan Pablo II.