El actor Willy Toledo soltó barbaridades contra Dios y contra la Santísima Virgen María porque quería injuriar y ofender a los cristianos. Es decir, lo hizo por cristofobia, por anticlericalismo y por odio y desprecio a los católicos.
Sin embargo, de inmediato, ha surgido el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que ni tan siquiera le ha afeado la injuria sino que, por el contrario, presiona a los jueces para que le declaren inocente y a ser posible, le canonicen.
Estamos en la Europa cristófoba. Pablo Iglesias se alinea con Emmanuel Macron, inventor del derecho a blasfemar, en defensa de Toledo
Al tiempo, el Gobierno Sánchez prepara una ley para promocionar la blasfemia y para injuriar a los católicos… que no somos los que creemos en Cristo sino los que amamos a Cristo, distinción que resulta difícil de entender para un progresista.
España se alinea así como Emmanuel ‘Lolito’ Macron quien ha canonizado el derecho a la blasfemia. Observen la expresión porque es la tónica para entender lo que ha pasado: en cualquier aberración hemos pasado, en Europa, de la simple despenalización al ‘derecho a…”. En este caso, al derecho a la blasfemia, que es tanto como decir el derecho a insultar, ofender, injuriar, humillar…
Sin embargo, en España -delitos de odio- se castiga con penas de cárcel las discrepancias con los postulados de del feminismo o del colectivo LGTBI
Eso sí, cuando interesa la blasfemia (o el aborto o cualquier otra cosa) es libertad de expresión y cuando no interesa es injuria y gravísimo delito de odio. Por ejemplo, con el artículo 510 del Código Penal, donde se condena con penas de hasta cuatro años de cárcel a quienes ofendan al feminismo o al homosexualismo.
La cosa es así: si le llamo ‘puta’ a una mujer, no estoy practicando la libertad de opinión sino injuriándola y ofendiéndola… y puedo ser condenado -delitos de odio- a tres años de cárcel. Pero si insulto a Cristo, y con ello a los católicos, hablamos de libertad de expresión, bien protegible, que no perseguible. Y a todo esto le llamamos progresismo. Hemos pasado del relativismo a la blasfemia contra el Espíritu Santo, es decir, hemos pasado de no existe la verdad o no puedo descubrirla, a cambiar la verdad en mentira y el bien en mal: la blasfemia es estupenda, libertad de expresión en Estado puro. Pero, ojo, no apliques eso a mis dogmas progres: feminismo, ecologismo, animalismo…
Las blasfemias de Toledo se quedan, según los tertulianos de RTVE, en “mala educación” o “falta de civismo”: ¡Cuánto bueno!
De esta forma, no es de extrañar que el miserable de Willy Toledo se sienta triunfador, orgulloso de su hazaña e insistiendo en que lo volverá a repetir. Naturalmente, el Gobierno social-comunista, los tertulianos de RTVE, toda las voces del régimen sanchista, le jalean para que continúe injuriando. Eso no es delito de odio, es libertad de expresión.
Y así, las blasfemias de Toledo son “mala educación” o “falta de civismo”: ¡Cuánto bueno! El problema es que España será cristiana o no será. ¿Y Europa? Lo mismo.