Los factores de riesgo sobre la economía española están aumentado como consecuencia de la desaceleración que estamos sufriendo, la recaída cíclica de EEUU, el aumento del precio del crudo, que puede superar pronto los 100 dólares por barril, el repunte de la prima de riesgo en Italia, con la incertidumbre de conducir a una venta masiva de su deuda pública, los efectos de un Brexit duro, o la propia solución pacífica y rápida de un problema como ese, la fuga de capitales de los países emergentes, el incremento de la inflación, la subida de tipos de la FED, la normalización del BCE que afectará la deuda, y el proteccionismo, etc.
De una reciente encuesta de Ipsos se desprende que los ciudadanos dan un suspenso a la evolución de la economía y la mayoría tiene poca o ninguna confianza en la percepción de una mejoría en los próximos meses. Adicionalmente, es una realidad que una gran mayoría piensa que la prioridad del Gobierno debería ser el control del gasto público para que pudieran bajar los impuestos antes de elevarlos para un crecimiento deseable -pero difícilmente financiable- del gasto social. Ante esto, el Gobierno piensa todo lo contrario que los ciudadanos: incrementar el déficit público y subir los impuestos a quienes, en primera y última instancia, sostienen nuestra economía: los empresarios, fundamentalmente las PYMES y las clases medias. Nadie puede oponerse, emocionalmente, a una mejora del salario mínimo, faltaría más. Pero no hemos de olvidar que tenemos el tejido empresarial que tenemos y que el 95% de nuestras empresas, las que crean el empleo, difícilmente pueden soportar tales incrementos. Los autónomos ya lo saben por medio de sus representantes. El 85% de ellos pagarán 420€ más al año por la adopción de esa medida. Desconocer la realidad es grave, jugar con ella es extraordinariamente arriesgado.
La caída de las tecnológicas en la bolsa americana presenta un panorama de verdadera debacle bursátil en nuestro mercado, a pesar de los buenos resultados de las grandes empresas españolas. El selectivo español ya recoge un descenso de su índice del 15% en lo que va de año. Será todo un año negro este 2018.
La bolsa no presagia nada bueno y el exterior tampoco ayuda: el barril de crudo podría alcanzar los 100 euros
Por otra parte, la presión continua de Podemos sobre Sánchez en todos los frentes de política económica estremece a la clase empresarial horrorizada por el precio que el “presidente de conveniencia” está dispuesto a pagar por mantenerse en el “momio” de La Moncloa. Acongoja pensar en la nacionalización de Bankia y su fusión con el Instituto de Crédito Oficial (ICO). Todo un desvarío bolivariano. La mejor forma de recuperar el dinero de todos los españoles invertido en dicha entidad financiera es dejar al equipo gestor que continúe con lo que está haciendo, que es una suerte para todos nosotros. Perseverar en la senda de la consolidación y el crecimiento, la calidad del servicio, la confianza de sus clientes y los mercados y, derivado de todo ello, su rentabilidad. No debe haber prisa, y menos precipitación, en la venta de Bankia. Sigamos apostando por un equipo verdaderamente profesional y ajeno a las veleidades de los políticos de turno y de cualquier color.
En este contexto, explica Carlos Díaz que el Gobierno español ha hecho una presentación surrealista de los presupuestos de 2019, y lo más seguro es que Bruselas se los devuelva para que los reenvie cuando estén aprobados por el Congreso, recordándole, además, que no permitirá el aumento del déficit estructural. Así que más vale que los negociadores de los Presupuestos del Estado, que proponen 21 aumentos de gastos en 2019, no olviden que vamos hacia una carga creciente de gasto por intereses.
Recordemos que el déficit conjunto de las Administraciones Públicas hasta julio (último dato disponible) es del 1,87%, por debajo del 2,32% del mismo periodo del año anterior y frente a un objetivo establecido por la UE del 2,8% para todo el año. Y en términos interanuales, el PIB podría desacelerarse hasta el 2,7%, o, incluso, con arreglo a la última previsión del Gobierno, al 2,6% desde el 3,0% del primer trimestre del año siendo su previsión para 2019 el 2,3%, y la inflación de un 1,7% en este ejercicio y 1,6% para el próximo.
El tipo de intervención de la UEM en diciembre del 2019 puede ser del 0,25 y el de EE.UU. situarse entre el 3,00 y el 3,25 (su tipo a 10 años se prevé que a diciembre de 2019 alcance el 3,60). Cuando suban, el principal beneficiario será́ el sector financiero porque incluso pequeñas elevaciones tendrán un significativo efecto en el margen de interés bancario.
A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro
Y como dice Carmelo Tajadura, “la Eurozona es diferente. La política monetaria superexpansiva del BCE, muy justificada e incluso absolutamente imprescindible durante un tiempo, está durando demasiado, con tipos artificialmente bajos”.
A todo ello hay que añadir el peligro del proteccionismo y sus efectos en una eventual guerra comercial entre EE.UU. y China, y en la que ésta última tiene un arma letal. Y es que el principal país tenedor de bonos americanos es el gigante asiático y podría, en caso de no resolverse el conflicto arancelario, bien no renovar los bonos o bien, lo que es peor, venderlos en los mercados con un efecto demoledor en los tipos de interés.
Así que recordemos la frase de Leonard Cohen: “A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro”.