El germen de este film se encuentra en la obra teatral del dramaturgo catalán Guillem Clua titulada  “Al damunt dels nostres cants” (por emcima de neustros cantos), que hace referencia al primer verso del himno patriótico catalán El cant de la senyera (Canto de la Bandera).

Un padre convoca a sus dos hijos a cenar, presumiblemente para darles una importante noticia. Al anfitrión le acompaña Lina, su biógrafa, pero mientras se demora sobre lo que quiere anunciarles, los vástagos se fijan en la enorme bandera que ha colgado en el jardín y que desencadena una disputa que parece que puede terminar con la familia.

El autor justifica la obra teatral como el retrato dos maneras irreconciliables de ver el país.  Pero, al menos en su versión cinematográfica, este asunto, que pudiéramos llamar político, queda reducido al aspecto más humano: a los intentos de los dos hermanos, en principio muy diferentes, uno artista, totalmente sin blanca y otro más práctico y con intereses empresariales, de intentar no perder su patrimonio dado que se dilucida la situación mental del progenitor. Y en ese contexto la película, que es comedia dramática, indaga sobre el trato a los mayores, sobre su soledad y sensación de abandono y los intereses egoístas de muchos hijos.

No obstante, el director Martin Cuervo, al que le gusta el humor y se mueve a la perfección en conflictos entre gente diferente (recuerden la divertida Con quién viajas), vuelve a jugar con una de sus mejores bazas como cineasta: la dirección de actores y también su agrado por ciertas situaciones estrafalarias. Porque los cuatro personajes que aparecen en la película no pueden estar mejor en sus respectivos papeles, hablamos de Aitor Luna, Ana Fernández, Miquel Fernández y, especialmente, Imanol Arias que logra ser convincente incluso en las situaciones más peregrinas sin caer en el ridículo. Un ejemplo, cuando el hombre que encarna, amante de lo fantasioso para llamar la atención (algo que es moneda corriente entre los mayores), entabla diálogos con sus hijos disfrazado de la manera más rocambolesca. Algo que, aunque bien defendido por Imanol, resulta bastante impostado en la trama.

   Mientras, la enorme bandera ondea en el jardín, de la que solo vemos la sombra y el autor juega durante todo el metraje a que los espectadores elucubren sobre cuál es o qué representa. 

Para: los que quieran ver un film, del que se nota su origen teatral, pero que indaga en cómo se sienten los mayores.