Hay películas memorables donde el sacramento de la penitencia (o confesión) ha dado mucho juego, recuerden Yo confieso ( de Alfred Hitchcock,1953) por ello, en esa línea, el arranque de Calvary resulta realmente inquietante: Un sacerdote católico, mientras se encuentra confesando, es amenazado de muerte por uno de sus fieles que le adelanta que le queda tan sólo una semana de vida. Serán siete días donde este cura intentará reconducir por el buen camino a su histriónica feligresía: una especie de parada de monstruos.
Con el trasfondo de la pederastia en la Iglesia y las secuelas que ha dejado en los afectados, esta dramón con toques de humor negro, es muy respetuoso con los buenos sacerdotes (como es el protagonista) y su labor pastoral a pesar de que, en algunos momentos, se note que el director de la película, John Michael McDonagh, no es un erudito en ortodoxia católica, de ahí que confunda caridad con laxitud.
Pero, argumentalmente, Calvary es una película llena de suspense a pesar de que bordee peligrosamente el esperpento debido a los encuentros con esos feligreses extraños con los que tiene que lidiar el sacerdote (interpretado magistralmente por Brendan Gleeson).
A destacar en cuanto a contenido que el sacerdote reivindique lo infravalorado que está el perdón y, cinematográficamente, resulta alucinante su desenlace: uno de los más impactantes que pueden contemplarse en pantalla.
Para: Los que les guste contemplar una película muy original a pesar de sus estridencias