Cuando vivimos en una etapa de las más pavorosas en cuanto a conflictos bélicos, resulta pertinente contemplar este film del novelista, guionista y director Alex Garland que ha realizado un retrato tan tenebroso como real de lo que sucede en una guerra. Una historia que es tanto una 'road movie' antibelicista mientras vemos, paradójicamente, la brutalidad de una conflagración, como un film periodístico sobre la labor imprescindible de los informadores en esos escenarios: “cuando se silencia a los periodistas, es cuando desaparece esa verdad compartida”, ha dicho la protagonista, la actriz Kirsten Dunst.
Estados Unidos se haya inmerso en una guerra civil tras rebelarse las fuerzas armadas del Oeste del país contra el gobierno federal, mientras todo augura que lograrán, en pocos días, la rendición del Capitolio. En ese escenario bélico Lee, una experimentada y famosa reportera gráfica que ha retratado conflictos en todo el mundo, viaja a la Casa Blanca con la esperanza de captar una última instantánea del presidente. En el coche de prensa donde va está acompañada de dos periodistas (uno de ellos muy veterano y con poca movilidad física) y una joven aspirante a fotógrafa. A medida que atraviesan el país asisten a la crueldad y el horror de lo que supone una contienda.
Civil War es una película que, salvo su desenlace donde se plantean algunas situaciones increíbles, retrata la guerra tal cual es. De ahí que, a medida que avanza su desarrollo, ese viaje infernal en el que los periodistas van a hacer su labor resulta angustioso, porque la violencia desmedida está presente en muchas secuencias, magníficamente fotografiadas por el británico Rob Hardy, conocido por su excelente trabajo en Mission Impossible: Fallout, y que ya había colaborado con Garland en títulos anteriores como Ex-Machina o Aniquilación.
El filme, técnicamente arrebatador, tampoco se queda atrás en la descripción de los personajes principales. Resulta muy atractivo el interpretado por Kirsten Dunst encarnando a una reportera gráfica de guerra desencantada y que concilia mal el sueño, debido a la acumulación de imágenes sobrecogedoras que ha visto en su vida profesional. También convence el de su pupila, que tiene tanto miedo como incipiente talento o, los dos periodistas: uno cuya ambición y capacidad de enfrentarse al peligro le hacen presuntamente parecer irresponsable y frio, frente al veterano, curtido en mil batallas contempladas, que quiere narrar como despedida la que enfrenta a unos ciudadanos de Estados Unidos contra otros compatriotas.
Alex Garland ha manifestado que le atrajo la idea de narrar “un conflicto despiadado que arrasa un país, pillando a la población desprevenida”… “cuando el tejido social de un país se ha desgarrado y sólo queda un instinto de supervivencia individual y primitivo”.
Algunas de las imágenes son sobrecogedoras, como esas fosas comunes con cientos de cadáveres apilados. Desgraciadamente eso no es ficción; ocurrió en Katyn, en Camboya, en los campos de exterminio nazis y sigan ustedes, asustándose y recordando.
Para: los que quieran sentirse como espectadores de un conflicto tal como se están viviendo en los actuales momentos.