Sitúense en cualquiera de las ciudades sitiadas de Siria e imaginen una familia acorralada en su hogar. Eso es lo que plantea este drama de rabiosa actualidad.
Oum Yazan es una madre coraje de tres hijos, cuya familia resiste escondida en su piso. Cada día se organizan como pueden para continuar viviendo a pesar de las penurias y el peligro que reina a su alrededor, donde francotiradores y bombardeos los tienen en su punto de mira. En su encierro le acompañan su suegro, su criada y, también, una pareja joven de vecinos, Halima y Karim, y su recién nacido, a los cuales ha acogido por solidaridad. A la espera de un cambio que no llega, una mañana, Karim sale de casa y suena un disparo.
Comprometido con el cine social, no es la primera vez que el realizador belga Philippe Van Leeuw afronta una historia que narra las atrocidades de la guerra, lo hizo en el 2008 con El día en el que Dios se fue de viaje, en el que contaba la historia de una joven tutsi durante el genocidio de Ruanda de 1994. Como en aquella, Alma mater describe el miedo, el dolor de las víctimas pero también su valentía ante acontecimientos difíciles de afrontar. Igualmente en ambas propuestas las que llevan la batuta son las mujeres, en los conflictos bélicos muchas veces ultrajadas antes de ser asesinadas.
La cámara va pasando de una habitación a otra, siguiendo a los personajes, rodando planos y situaciones, muchas veces en silencio, que expresan más que palabras. Suponemos que, intencionadamente, el argumento es ambiguo: no sabemos el bando al que pertenece la familia encerrada ni el de los atacantes que les amedrentan. Por lo que intuimos que al cineasta no le interesa tomar partido a favor de unas ideas políticas determinadas sino denunciar la indefensión de los más inocentes en cualquier guerra: los niños, los ancianos y las mujeres.
Para: Los que quieran contemplar lo que no se ve en los informativos sobre la guerra de Siria