El título de este drama familiar francés es engañoso debido a que, prácticamente desde el arranque, se posiciona en contra de la posibilidad de la custodia compartida.
Myriam y Antoine se han divorciado. Con el objetivo de proteger a su hijo pequeño de su violento marido, Myriam pide la custodia, pero la juez decide concederla compartida entre ambos cónyuges. El niño, víctima de un padre celoso y obsesionado por que no haga daño a su madre, intentará hacer todo lo que esté en su mano para que no ocurra lo peor.
Xavier Legrand rueda con precisión esta película, sobre maltrato físico y psíquico, y logra secuencias dramáticas impactantes, pero se esquina demasiado y de forma muy tópica, tanto es así que frente a una mujer de aspecto frágil presenta a un varón tremendamente brutal, en su comportamiento y apariencia, que, para más inri, es cazador. De hecho, no deja ni un resquicio de luz a ese personaje, es un monstruo con el que se enfadan hasta sus propios padres.
La película por tanto defiende, sin tapujos, las tesis, ahora tan de moda de posicionarse en contra del varón, lo que no propicia un buen debate sobre la forma de resolver crisis conyugales, donde las principales víctimas son los hijos, sino que calienta el tema.
Para: Los que piensen que en los divorcios siempre tiene la culpa el varón