Anna es una joven profesional que, tras sufrir una agresión sexual, se aísla en una cabaña en el bosque, alejada de sus seres queridos. Incapaz de afrontar su situación intenta superar su trauma refugiándose en la naturaleza. La vergüenza, el dolor y la culpa le acompañarán durante unos meses en los que su existencia cambiará radicalmente.
Solo cinco personas fueron los artífices de este meritorio drama con el que el director Ibón Cormenzana (del que hace pocas semanas veíamos La Cima) ha inventado, junto a su pareja, Manuela Vellés, una nueva fórmula que podríamos como definir como cine minimalista, con bajo presupuesto pero de indudable interés. Porque se trata de un film que tácitamente aborda muchos temas, entre ellos, el de la maternidad no deseada.
Como nos confesaba personalmente Manuela Vellés, Culpa nace de la necesidad que tienen ella y su pareja, el director y productor, Ibon Cormenzana, de hacer cine juntos. Como uno de los problemas del cine español es financiar proyectos personales decidieron arriesgarse y asumir con ese equipo mínimo todas las facetas de la película. Un film que reposa totalmente en el personaje interpretado por Manuela, que se encontraba en su segundo embarazo y que, para dar credibilidad a la protagonista, se expuso tanto física como emocionalmente, en lo que constituye una actuación sobresaliente en la que no deja nada a la imaginación, donde el dolor y la crudeza se dan la mano.
Un guión escrito inspirándose en testimonios reales y cercanos al equipo dan veracidad a la historia, mientras que su contenido, mucho más rico de lo que parece a simple vista, denuncia que la violencia sexual muchas veces la ejercen personas cercanas a la víctima, pero también sobre la maternidad no deseada debido a que el hijo engendrado no es consecuencia del amor. Sin ser una película provida, porque no se profundiza demasiado en la inocencia total de ese ser que viene al mundo a consecuencia de la violencia, de alguna forma desde el comienzo queda claro que los impulsores del proyecto son conscientes de que hablamos de un ser humano, no un grupo de células como defienden con cerrazón los partidarios del aborto. Y, a pesar de su dureza, aporta un desenlace esperanzador.
Para: los que les gusten las propuestas personales de directores españoles.