Ambientada en la España de los años 70, en los últimos coletazos del Franquismo, narra las desventuras de dos hermanos cocineros profesionales que, por circunstancias políticas, deben refugiarse y trabajar en un chiringuito de playa, en Cadaqués, regentado por un excéntrico propietario cuyo sueño es que Dalí cene en su restaurante.
Esperando a Dalí, ha sido dirigida por David Pujol, dedicado hasta ahora al formato de documental y, sin duda, el más capacitado para unir en esta comedia, de manera ficticia, los destinos de los artífices del éxito del restaurante El Bulli, porque primero hizo una serie documental sobre Ferrán Adriá y su equipo y, posteriormente, una trilogía sobre Dali.
La película narra, al fondo, los problemas políticos de la época y las ansias de democracia y libertad de sus jóvenes, pero lo hace de forma ligera y pudiéramos decir tópica, donde los hippies se enfrentan a una guardia civil “cateta”. Es por ello que lo mejor de la trama es la figura de Jules, ese “jetas” propietario de un chiringuito de playa, El Surreal, fan auténtico de Dalí, que sólo aspira que el artista le visite y proporcione una proyección internacional a su establecimiento hostelero, cuando empezaba a despuntar el turismo en nuestro país.
A destacar la preciosa fotografía de Román Martínez de Bujo y la música del francés, Pascal Comelade, ponen el marco adecuado a esta fábula que invita claramente a visitar y disfrutar de la belleza de la Costa Brava. David Pujol también ha hecho un buen trabajo en la elección del reparto en el que están bien todos, desde José García e Iván Massagué (interpretando los principales papeles) hasta actores de reparto veteranos como Vicky Peña, que encarna a Gala o José Ángel Egido, en el papel de Arturo, el hombre de confianza de Dalí.
Para: los que les guste el cine español con cierto acento “folklórico”.