En el año 1941, el dramaturgo británico Noël Coward estrenó en los teatros londinenses esta comedia fantasmal con la que pretendía que el público olvidara la guerra que les asolaba. Ese mismo espíritu de entretener y alegrar a los espectadores, en este caso de una pandemia dura, animaba a los escritores y productores Meg Leonard y Nick Moorcroft. Otra cosa es que lo hayan logrado sólo a medias.
Charles es un famoso escritor de novelas que no encuentran inspiración para su próxima obra. Para ayudarlo, su enamorada mujer, Ruth, organiza una sesión de espiritismo con la excéntrica médium Madame Arcati. Sin embargo, la espiritista invoca accidentalmente al fantasma de la celosa Elvira, la fallecida primera esposa de Charles. Ésta le hará la vida imposible cuando se entera de que se ha casado de nuevo.
Por tanto, el contenido de este filme se centra en narrar las peripecias de un triángulo amoroso, de un hombre que se encuentra entre dos mujeres, una de ellas fallecida, a la que, muy a su pesar, no puede ignorar. El argumento les recordará a una obra española Un marido de ida y vuelta, de Jardiel Poncela, estrenada en 1939.
A priori Un espíritu burlón debería haber sido una película redonda porque detrás de la cámara se encuentra Edward Hall, un director teatral de prestigio, fogueado en series de época como Downton Abbey o la divertida Los Durrell quien, además, es un excelente director artístico, lo que se nota a cada paso en este film de cuidada puesta en escena , sin duda uno de los atractivos de la película. Aún más, en el reparto se contó con la veterana Judi Dench y otros rostros conocidos británicos como Dan Stevens (famoso gracias a la mencionada Downton Abbey) además de las grandes comediantes como son las actrices Isla Fisher y Leslie Mann. Pues bien, a pesar de todos estos elementos, Un espíritu burlón entretiene pero nunca provoca la carcajada, solo la sonrisa en alguna secuencia. Es, digamos, “una comedia sosa”, algo que no ocurría con la versión de David Lean, del año 1945, que contaba con una actuación divertidísima de Margaret Rutherford, pero, sobre todo, con un guión con un ritmo más adecuado y unos efectos meritorios para aquella época, que no son mucho mejores en la versión actual.
Para: los que les guste la comedia británica, elegante siempre.