Reconocida como una de las mejores cantantes de música de jazz de mediados del pasado siglo XX, Billie Holiday tenía los pies de barro por ello, aparentemente, una canción “Strange Fruit”, que describía los linchamientos que sufrían los afroamericanos, marcó su vida. Detrás de la persecución a la que se vió sometida por el FBI, comandada por el jefe de la Oficina Federal de Estupefacientes, Harry Anslinger, se encontraba claramente una aversión racial.
Conocida por sus allegados como “Lady Day”, Billie Holiday vivió una existencia tortuosa, debido a una trágica infancia (donde fue violada), a la mala elección de sus parejas y, sobre todo, a su adicción a las drogas. Este drama, dirigido por Lee Daniels, especializado en películas sobre reivindicación, recuerden El mayordomo y Precious, aspira a ser el biopic definitivo sobre esta artista.
De estructura clásica, pero con algunos saltos temporales que provocan cierta confusión en el desarrollo argumental, refleja muy bien la personalidad destructiva que poseía Holiday. Su figura, que es tratada con admiración en el relato a pesar innumerables sombras, destilaba un magnetismo electrizante en sus actuaciones, muchas de cuyas canciones se recuperan en esta película lo que, lógicamente, alargan su metraje. Retrato de una época muy complicada para los negros estadounidenses, sobre todo del Sur, es uno de esos films que se cuelan perfectamente entre los nuevos requisitos exigidos a las nominaciones a los Óscar por temas de diversidad racial pero, en este caso, merecidamente porque se ha nominado la impresionante actuación de la actriz Andra Day, en el primer papel protagonista de su carrera, quien también se atreve a cantar, con su voz rota, los temas más emblemáticos de su personaje. No tiene la inconfundible voz de Holiday pero se defiende.
Todo es afroamericano en este largometraje, tanto es así que el guión está coescrito por Suzan-Lori Parks, que fue la primera mujer de esa raza en recibir el Premio Pulitzer.
El afán del director Lee Daniels por realizar un acercamiento realista y no tratar a la cantante como víctima, se traduce en que ofrece escenas sordidas, algunas de ellas innecesarias, donde se muestra la parte más lamentable y patética de lo que supone una adicción, mientras está muy bien la puesta en escena del ambiente de los locales de jazz de los años 40.
Para: Los admiradores de esta cantante y los que estén interesados en la lucha por los derechos civiles del pasado siglo XX