El carismático actor Viggo Mortensen, inolvidable para algunos como Aragorn en la trilogía del El señor de los anillos o, para otros, como El capitán Alatriste, se pasa al otro lado de la cámara para dirigir un drama familiar cargado de maniqueísmo y clichés. En el mismo también interpreta el papel protagonista.
John Petersen vive con su novio y su hija adoptiva en el sur de California. Allí recibe la visita de su padre, que busca un lugar donde jubilarse. Se trata de un hombre violento, malhumorado y con claros síntomas de demencia senil, que nunca aceptó la homosexualidad de su hijo.
El argumento de la película gira sobre una relación paterno filial bastante tóxica, porque la vejez y ciertos rasgos de demencia senil imposibilitan un necesario cambio de carácter. Como deducirán, un contenido bastante deprimente pero que podría haberse plasmado de otra forma. Porque el problema fundamental de Falling es que es un relato que no avanza y es repetitivo, por ejemplo en el lenguaje brutal y desagradable que utiliza el padre, lleno de connotaciones sexuales que resulta difícil de soportar
Lo de los clichés se vislumbra sibilinamente, el hijo votó a Obama, el padre a McKay. Porque en este dramón, la gente de bien estadounidense siempre vota a los demócratas y los que no respetan los derechos de los demás a los republicanos. El hijo, progresista, está casado con una persona del mismo sexo mientras su padre, es conservador, tradicional, ergo, maltrató a sus dos mujeres. No necesitamos explicar quién es el bueno y quien el malo.
Eso sí, Viggo demuestra que es un actorazo y ha confesado que, al escribir el guión, incluyó elementos autobiográficos, de hecho está dedicada a sus hermanos. Si hay muchos, le damos el pésame.
Para: los que sean capaces de aguantar unos diálogos cargados de “mala uva” hasta extremos increíbles.