Siguiendo la estela de clásicos románticos, donde pululan sentimientos encontrados y personajes atormentados, este drama nos habla de las decisiones incorrectas que tomamos en la vida, y no podemos enmendar, por lo que las consecuencias se pueden alargar en el tiempo.
Un capitán de barco, Jacob Störr, osadamente apuesta con un amigo en una cafetería que se casará con la primera mujer que entre por la puerta… y quien lo hace es la sensual Lizzy. El flechazo es instantáneo y, cumpliendo su anuncio, se casa con esa bella joven de la que desconoce todo. Pero el capitán pronto deja de entender los cambios de ánimo de Lizzy y sus medias verdades, entrando en un clima de desconfianza donde los celos hacen su aparición…
Narrada desde el punto de vista del capitán, una frase que, sin embargo, pronuncia su mujer explica el drama: “Es inútil esperar a que la vida se acomode a ti, debes acomodarte a la vida, de lo contrario te castigará”. El cine está poblado de personajes de comportamiento imprevisible, en ese apartado habría que encuadrar el de la misteriosa Lizzy, sobre cuya personalidad bascula esta historia de amor pasional, basada en la novela homónima más conocida del escritor húngaro Milán Füst, candidato al premio nobel de Literatura en el año 1965.
Se aprecia que la directora hungara, Ildikó Enyedi, se había embebido en la novela de ahí que eligió bien a la pareja protagonista: el holandés Gijs Naber y la francesa Léa Seydoux, que funcionan perfectamente como pareja de ficción. Igualmente es excelente la dirección de producción, donde se ha puesto especial cuidado en recrear visualmente la época, los lugares donde alternaba la gente etc… Si a esto se suma un vestuario perfecto, y una fotografía exquisita, todo ello se traduce en una película de una gran belleza formal.
En lo que se ha equivocado la directora húngara es en extenderse mucho en el metraje, quizás por una inadecuada adaptación cinematográfica del texto literario, y en alargar algunas secuencias, así las escenas de sexo explícito son innecesariamente extensas y, dado que hablamos de un largometraje de 169 minutos, no hubiera pasado nada por haberlas recortado.
Para: los aficionados a justificar el comportamiento de seres humanos poco centrados sentimentalmente.