El danés Bille August (cuya mejor película sigue siendo una de las primeras, Pelle el conquistador) hila perfectamente esta historia de exclusión por una discapacidad sobre la relación entre un joven teniente humilde y la hija inválida de un noble. Un relato lleno de matices sobre los peligros de la compasión y la piedad
El doctor Condor, que trata a la joven Edith, afirma en la novela: “La piedad, como la morfina, sólo es buena al principio para el enfermo, pero si no se sabe dosificar y retirar adecuadamente, se convierte en un veneno mortal”. Esa frase resume perfectamente el dramatismo de esta historia donde la naturaleza humana está retratada en un montón de sentimientos: la compasión, el amor, el orgullo pero también la crueldad. También, si avanzamos algo más, podríamos mencionar el deber mayestático que algunos dan a la patria, por encima de la persona y, sin duda, los respetos humanos que hacen que en este relato el joven teniente, de origen humilde, tenga miedo al que dirán en el ejército donde sirve.
Con una correcta puesta en escena, Bille August es coguionista de la historia mientras que la fotografía (una parcela que él también domina) la ha dejado en esta ocasión a su compatriota Sebastian Blenkov (El caso Sloane). Fantástico el trabajo de la pareja protagonista, los jóvenes Esben Smed y Clara Rosager.
Para: los que les gusten los relatos de Stefan Zweig, excelentes pero bastante descorazonadores.