Mientras Marisa, la madre de la familia García, está casi segura de que su marido se olvidará de su veinte aniversario de bodas, a ella y a su esposo les llegará de sopetón una noticia que no esperaban: su hija mayor, Sara, y su estrafalario novio, Ocho, les anuncian que quieren casarse aunque, lógicamente, esperan seguir viviendo bajo su techo y a costa de ellos…

Si en Navidad vuelve el turrón, ya es una cita habitual que, cada verano, regrese Santiago Segura con su exitosa saga de Padre no hay más que uno. Está es la número cuatro.

Santiago Segura y su coguionista habitual en la franquicia de Padre no hay más que uno, Marta González de Vega, quien también interpreta el papel de Leticia, siguen demostrando que saben estirar el chicle y son capaces de dar  la tecla correcta de comicidad con la que han acertado en anteriores entregas. Ahora narrando los problemas que suceden cuando los vástagos crecen. La película, además, se apoya en el buen trabajo de un reparto coral en el que al lado de los niños que ya se han hecho populares gracias a esta saga, entre ellos las dos hijas de Segura (Calma y Sirena), se encuentran actores veteranos con tanta chispa como Leo Harlem, Silvia Abril, Florentino Fernández, Carlos Iglesias y la graciosísima Loles León.

El humor se desliza bien en situaciones y problemas identificables en cualquier familia, y donde cada miembro tiene su momento de gloria, de ahí que esta película para “Todos los públicos”enganche también a los mayores de la casa. En esta entrega protagoniza momentos muy graciosos la pequeña de la familia y Carlos González Morollón, que interpreta al hijo varón, Dani, que atraviesa una etapa existencialista. Otros niños del reparto como  Sirena Segura y Luna Fulgencio vuelven a sobreactuar al igual que “el novio” de la trama interpretado por Diego Arroba "El Cejas". No obstante  en un producto como éste no se nota demasiado. Hay alguna secuencia de comedia gamberra, como la que transcurre en la cena que les pide Carlota con los padres de su novio donde la familia, enfrentados a un par de “pijos”, saca lo peor de si misma dando lugar a situaciones donde se da rienda a lo escatológico.   

La película juega de nuevo en la liga de las películas de humor blanco, aunque en esta ocasión en el transcurso de la misma sobra algún comentario fuera de tono y el sacerdote, que interpreta Florentino Fernández roza, en algunos momentos, lo estrambótico en su forma de comportarse.

Para: los que les gusten las comedias familiares de Santiago Segura.