Los americanos parecen empeñados en que no olvidemos los horrores del Holocausto mediante el cine, seguimos a la espera de que ocurra lo mismo con los abusos cometidos por el comunismo. Pero, en El superviviente de Auschwitz, al igual que en la oscarizada película La decisión de Sophie (Alan Pakula, 1982) se indaga en las secuelas psicológicas tras haber estado internado en un campo de exterminio.
Lo hace narrando la historia real de Harry Haft, un boxeador judío que luchó contra sus compañeros en esos campos y vive con un gran sentimiento de culpa. Después de la Segunda Guerra Mundial, intenta utilizar peleas de alto nivel contra leyendas del boxeo como Rocky Marciano para intentar reencontrarse con su primer amor.
Con el efectivo recurso empleado por Spielberg en La lista de Schindler, es decir utilizar blanco y negro para las escenas que transcurren en el campo de concentración y color para la época actual, el veterano director Barry Levinson (Rain Man, Sleepers) ha construido una película dramática, con secuencias muy duras y violentas, pero sin duda un buen recordatorio de hasta dónde puede llegar la crueldad humana.
Impresionante la actuación de Ben Foster, y su cambio de fisonomía y peso para encarnar la etapa en el campo de concentración y muy bien rodados, aunque terribles, esos combates a vida o muerte, en el que no había ganador sino superviviente. Porque la película plantea un asunto que padecieron muchos supervivientes, el sentido de culpa por haber dejado atrás a tantos seres queridos que no lograron salir de esos campos de exterminio.
Lo consiguieron, como decía el psicoanalista Viktor Frank, en su imprescindible libro "El hombre en busca de sentido", aquellos que tenían una razón para vivir. En el caso de Harry Haft la esperanza de poder reunirse con su amada Lea.
Para: los que les gusten las películas de calidad sobre el Holocausto.