El tiempo es un asunto recurrente en los largometrajes de Christopher Nolan, y aquí vuelve a convertirlo en un elemento fundamental de la trama. A día de hoy, Nolan es uno de los mejores directores porque, además de ser guionista de sus películas, siempre arriesga y se atreve con historias diferentes, recuerden que en su filmografía figura la magnífica trilogía de El caballero oscuro pero también la cinta histórica Dunkerque, sin olvidar películas tan impactantes como Memento, Origen o Interstellar.
El actor John David Washington encarna al protagonista de una lucha por la supervivencia de nuestro mundo actual y para ello, este agente especial tendrá que ejecutar una misión más allá del tiempo real.
De trama original y, no lo ocultamos, difícil comprensión en algunos momentos debido a su ritmo trepidante y a tomarse ciertas licencias narrativas que quizás a otros directores no perdonaríamos, Nolan vuelve a realizar un salto mortal dando una vuelta de tuerca a la frase que escuchábamos habitualmente sobre las repercusiones de que lo que hagamos en el presente repercutirá en el futuro, porque lo que plantea el cineasta británico es lo opuesto: qué ocurriría si los hombres del futuro se empeñarán en cambiar o destruir nuestro presente. Pero hablamos de un film donde la forma prima sobre el fondo.
A caballo entre el cine de acción (las escenas en movimiento están rodadas de forma admirable), el de espías y el de ciencia ficción, el cineasta vuelve a asombrarnos con la maestría en la dirección de las secuencias y su puesta en escena donde ha utilizado una mezcla de IMAX y película de 70 mm. A día de hoy, Nolan es uno de los que apuestan por las superproducciones, algo que se agradece porque el cine es espectáculo y su disfrute auténtico no puede constreñirse a una mera pantalla televisiva por mucho que esta tenga un gran tamaño. Hay momentos en esta película que merecen la pena verse una gran pantalla, desde la trepidante escena de arranque (impresionante) o cualquiera de las batallas en las que nunca se abusa de lo digital.
Nada que objetar tampoco a los efectos visuales y especiales que son alucinantes y, por supuesto, a la elección y dirección del elenco. Porque todos, absolutamente todos, actúan de maravilla, desde John David Washington (buen heredero de su padre, el conocido Denzel Washington) hasta Kenneth Branagh (magnífico de malvado), aunque especial mención merece Robert Pattinson, famoso por ser el galán de la melosa franquicia juvenil de Crepúsculo y que en esta ocasión demuestra que es un actorazo.
Al tratarse de una especie de Misión imposible pasada por el tamiz argumental de Nolan (con tinte conspiranoide), el movimiento prima sobre la palabra, por ello carece de la emoción de algunas escenas inolvidables de Dunkerque o las frases memorables de El caballero oscuro.
Para: Los que crean que el cine es espectáculo aunque no se profundice demasiado en la trama.