Un grupo de perdedores de mediana edad empiezan a respetarse a sí mismos, y a encontrar un aliciente a sus vacías vidas, cuando comienzan a hacer natación sincronizada de forma aficionada. En España la anuncian como “el Full Monty” francés y aunque a su director no le gusta demasiado la comparación, lo cierto es que, como el film británico, se trata de una comedia dramática con un reparto coral repleto de personajes aparentemente fracasados.
El desarrollo de la película es positivo, pero no elude hablar de las tragedias cotidianas y familiares de esos individuos tan diferentes donde la soledad del hombre contemporáneo, y la falta de un sentido en su vida, está presente en todas ellas. La importancia de la familia y de los amigos para compartir juntos los problemas vuelve a demostrarse que es vital. Quizás la parte más graciosa, aunque con vocabulario más grueso, consiste en ese entrenamiento, con una antigua campeona de esa disciplina que ahora va en silla de ruedas tras un accidente, y que es una mujer inmisericorde con las flaquezas físicas de esos hombres hechos y derechos.
Primer largometraje como director de Gilles Lellouche, más conocido en su faceta de actor en comedias populares como Pequeñas mentiras sin importancia. Para esta ópera prima, ha reunido a un impresionante reparto de estrellas francesas, las más conocidas son Mathieu Almaric y Guillaume Canet, que se pasaron entrenando dos días a la semana, durante cuatro meses, para realizar perfectamente las coreografías dentro del agua.
Para: los que acudan al cine a ver comedias, aunque tengan, como esta, un toque amargo