El heroísmo está en lo cotidiano y los héroes excéntricos no resultan simpáticos
En 1968, Donald Crowhurst, un padre de familia soñador, quería cambiar su suerte en la vida. Por ello, se marcó un objetivo épico: ganar la regata Sunday Times Golden Globe Race dando la vuelta al mundo en su velero, en solitario y sin escalas, a pesar de que era tan solo un navegante aficionado. Se enfrentó a esta complicada gesta apoyado por su mujer Clare quien, en su hogar y también en solitario, debió luchar por sacar adelante a sus hijos a pesar de sus escasos recursos económicos. Las comunicaciones de Donald en alta mar se sucedieron mientras se enfrentaba a los múltiples obstáculos que genera una travesía de estas características.
La singular historia de Crowhurst llega a la gran pantalla coincidiendo con el 50 aniversario del comienzo de su aventura. Dirigida por James Marsh, ganador del Oscar por La teoría del todo, un biopic que recordaba la figura del físico y divulgador Stephen Hawking.
Un océano entre nosotros cuenta con un argumento donde una parte importante de su metraje transcurre en el océano, describiendo las penurias que soportó Crowhurst, pero nunca resulta aburrida porque esas vivencias están bien intercaladas, en paralelo, con las que soportaba en tierra su esposa y con recuerdos de su vida en común. Una verdadera historia de amor, ambos excepcionalmente interpretados por los conocidos intérpretes Colin Firth y Rachel Weisz.
Con unas impresionantes escenas rodadas en alta mar o en tanques de agua, destacan también los diálogos trabajados, donde la esposa demuestra su valor y su talla moral ante las dificultades. La película solo se resiente de cierta frialdad porque, aunque contemplamos escenas verdaderamente peligrosas a las que se enfrentó el protagonista, además de su soledad, nunca sentimos demasiada empatía por él.
Para: los que les gusten los dramas basado en hechos reales