Alice y Celine son dos amas de casa que, a principios de los años 60, disfrutan de una vida que parece perfecta junto a sus hijos y sus maridos, que tienen éxito en sus negocios. Vecinas, pero sobre todo amigas, su existencia se quiebra abruptamente cuando ocurre un trágico accidente.

El mal flota y la desconfianza también en este thriller psicológico, remake de la película belga Instituto maternal, de Olivier Masset-Depasse (2018). Ambas versiones están basadas en una novela titulada Derrière la Haine, cuya autora es Barbara Abel.

La palabra que surge viendo este film es inquietante pero la película es realmente interesante porque supone un recordatorio de lo que ocurre cuando, como sucede en la actualidad, los sentimientos prevalecen sobre todo lo demás. Muy hermosa visualmente, su  fotografía, de vivos colores y muy expresiva sobre lo que discurre en pantalla, fue responsabilidad del propio director Benoît Delhomme, quien realmente primero fue contratado para esta parcela y sólo asumió la tareas detrás de la cámara como realizador cuando el director Olivier Masset-Depasse tuvo que abandonar el proyecto por una urgencia familiar. Destaca de esta versión su puesta en escena y fundamentalmente su vestuario, de Mitchell Travers, claramente inspirados en los melodramas del director clásico por antonomasia de este tipo de films, Douglas Sirk (Imitación a la vida), en los que sus protagonistas no sólo eran bellas, sino que lucían siempre de forma espléndida. 

Protagonizada por dos grandes actrices que también tienen contraste físico, una morena y otra pelirroja, Anne Hathaway y Jessica Chastain (ambas ganadoras de Óscar), ambas también son coproductoras del film porque, sin duda, tenían claro que era una película donde podía lucirse cualquier intérprete que supiera mantener el tipo en el duelo interpretativo con mayúsculas. Se trata de la tercera película en la que coinciden en el reparto después de haber trabajado juntas en Armaggedon Time (2022) e Interestelar (2014).

Con clara influencia del cine de Alfred Hitchcock pero también de películas clásicas como Que el cielo la juzgue (John M. Stahl, 1945), es tan estupenda como su predecesora, Instinto maternal. De hecho quienes vieron esa película apreciarán que narrativamente son muy similares, aunque la versión actual, de Benoît Delhomme, es más preciosista visualmente y no juega a ser tan claustrofóbica, ya que la anterior transcurría prácticamente toda en espacios cerrados y apostaba por primeros planos. Por el contrario, ésta se centra en el aspecto sociológico y en el papel de las mujeres en esa época, circunscrito al ámbito del hogar.

Un drama terrible que habla del dolor, del peligro de las obsesiones malsanas, de una mal entendida maternidad que puede llegar a ser oscura y, por supuesto, de las relaciones tóxicas de amistad.   También hace reflexionar sobre que la responsabilidad de los padres de educar y cuidar a sus vástagos pero dejando claro que, en ningún caso, estos les pertenecen porque cada ser humano es libre.

Para: los que les gusten los melodramas del estilo de Douglas Sirk.