Tras el gran éxito comercial cosechado por Casino Royale (a pesar de las reticencias que despertó la elección del poco atractivo Daniel Craig como 007) llega a la cartelera esta especie de secuela que se aleja argumentalmente del espíritu de las películas basadas en los relatos de Ian Fleming. No es que las novelas del escritor británico fueran maravillosas pero tenían su propio sello. En 007:Quantum Solace Bond ha perdido su personalidad: no es elegante sino brutote, no es frío sino vengativo, ni tan siquiera es el machista seductor que le dio fama
Como si persiguiera cumplir el slogan de cualquier ejército moderno (por tierra, mar y aire), en esta última entrega de 007 encontrarán espectaculares persecuciones en esos tres elementos, un excelente montaje (muy bien resuelto la secuencia que se desarrolla durante la representación de la ópera Tosca) y mucha violencia pero falta lo más importante: un guión inteligible y la habitual ironía presente en los largometrajes de Bond.
Se supone que los productores de esta película (la entrega nº 22 de la saga) habrán sopesado que consecuencias tendrá la transformación por completo del estiloJames Bond, convirtiéndolo en un héroe de acción más al que, eso sí, puede ser más sencillo convertir en personaje de videojuego. Porque sólo por razones puramente de marketing (para que sea aceptado por los más jóvenes) puede entenderse tal cambio.
Para: Los jóvenes que les gusten las pelis de acción y no sean seguidores de la saga de Bond