José Fonollosa, Antonio Ortega, Gregorio Villalabeitia, José Antonio Fernández Rivero. Los cuatro directores generales del Grupo BBVA enviados a casa por el presidente Francisco González, tras haber perpetrado 52 años de edad (o sea, vejestorios puros) se marchan muy contentos, porque el bolsillo lo llevan bien untado. Cobrarán, desde ahora hasta que cumplan 65 años, su sueldo íntegro, es decir 6 millones de euros al año. A partir de esa edad, se les asegura un 70% del salario. Por mucho que la inflación les castigue, bien pueden irse a vivir a las Bahamas.

Por eso ningún alto cargo bancario protesta contra su jubilación. Tampoco la Seguridad Social, pues en este caso lo paga el banco con dinero de los accionistas. Simplemente, es una perfidia de experiencia que redunda en dos cosas: el presidente, FG, afianza su poder, al rodearse de jóvenes dispuestos a todo con tal de asentarse en el cargo, al tiempo que se precariza el empleo: cuando más se prejubilen por arriba, más jóvenes entraran por abajo, con un sueldo dos, tres o cuatro veces menor que los prejubilados. La descapitalización humana es justamente eso.