Ni la más mínima posibilidad de que una de las dos partes muestra que su contrario pueda tener una parte de razón, aunque sea mínima, en el altercado. Es decir, la definición chestertoniana de fanatismo: fanático es aquel que generaliza un fallo en la postura del contrario hasta dictaminar que todo él es un completo error, y, a continuación del error, horror. Empezamos desconfiando de su postura y acabamos desconfiando de él, es decir, de su rectitud de intención- o sea-, el 11-M.
De entrada, no me ha gustado la actitud de Ángeles Pedraza, la presidenta de la AVT a quien, por lo demás, admiro mucho. Entre otras cosas porque desde el mismísimo 11 de marzo de 2004 en Hispanidad consideramos que no había sido ETA, sino los fanáticos musulmanes. Y no, no creo que el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, debiera estar el domingo con la AVT, una semana después de anunciar que iba a reabrir el caso.
Y todavía me gusta menos la actitud de Pilar Manjón, que no deja de presidir la asociación mayoritaria de víctimas de ese atentado concreto. Ya hemos hablado hasta demasiado de la Generación Manjón. Esta mujer sufre síndrome de Estocolmo, ciertamente. Se trata de un Síndrome provocado por el miedo pero que termina en puro odio. Lo de Manjón es mucho más grave que lo de Ángeles Pedraza. Con la Generación Manjón no es posible, no ya llegar a ningún acuerdo sino alcanzar ningún consuelo. Con esta gente, hay que perder toda esperanza. Son cainitas, incapaces de admitir que el contrario albergue una mínima rectitud de intención.
Todo lo que quiero decir se demuestra con la reacción norteamericana ante el 11-S y la española ante el 11-M. El 11-S unió a los americanos, a pesar de que provocara la injusta guerra de George Bush en Irak. El 11-S unió a los norteamericanos. El 11-M, por el contrario, desunió a los españoles y Zapatero se encargó de retrotraernos a la Guerra Civil del 36. Con gente como Pilar Manjón, tenía el terreno abonado, no lo duden.
Eulogio López
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