Televisión Española lo festejaba como todo un éxito, lo que recuerda el viejo chiste del cura de pueblo que expresa su queja en el sermón semanal, alegando que aquel es el segundo pueblo que más blasfemaba de la provincia, ante lo que un feligrés entusiasta, exclamó: "Rediez, hemos de ser los primeros".
Pero no hay sol sin sombra. El mismo telediario progresista nos informaba con infinita pesadumbre de que el crescendo del número de matrimonios rotos no era el mismo de hace tres años. Pero el consuelo, doble consuelo, llegó en seguida: no aumenta el número de divorcios por la crisis -separarse es carísimo por lo que los cónyuges se soportan bajo el mismo techo- y porque lo que aumenta es el número de parejas de hecho, es decir, aquéllas que no necesitan romper porque no han forjado nada ni se han comprometido a nada. O sea, que podemos quedarnos tranquilos.
Además, ¡qué guay!, aumentan las familias monoparentales, que le niegan a los hijos la necesidad de contar con padre y madre.
¡Cómo ha avanzado este país en 30 años! Se nota en los semblantes alegres que portamos por las calles.
Eulogio López
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