Hoy, festividad de San Pedro y San Pablo, hemos recordado la ordenación sacerdotal de cuarenta jóvenes alemanes hace sesenta años.
De entre ellos, uno de nombre Joseph Ratzinger, es hoy Benedicto XVI. El sí a Dios en plenitud, la afirmación ceremonial de la vida entregada a Cristo para hacerlos presente entre los hombres, hizo que aquellos hijos del pueblo alemán, herederos de una experiencia de lucha contra el totalitarismo, centinelas de la libertad y de la dignidad de la persona, conformara un clamor de presencia para la reconstrucción de la humanidad que sufría los efectos de una devastadora guerra.
El Papa en su homilía de hoy ha destacado que en ese momento era plenamente consciente de que Dios le llamaba "amigo", le "acogía en el círculo de aquellos a los que se había dirigido en el Cenáculo" y le "otorgaba la facultad, que casi da miedo, de hacer aquello que sólo El, el Hijo de Dios, puede decir y hacer legítimamente que es perdonar los pecados".
La vida de Benedicto XVI está determinada por su pasión en el conocimiento y en el amor a Cristo y a su Iglesia. Un conocimiento y un amor que orienta el camino de la propuesta cristiana en estos tiempos revueltos.
No obstante el Papa no quiere que éste sea un momento de exaltación de su persona, sino que anima a dirigir la mirada hacia Dios, y darle gracias por el don del sacerdocio y pedirle que suscite nuevas vocaciones.
Su vida es un auténtico modelo sacerdotal para los seminaristas de hoy. Gracias Santo Padre. ¡Y, muchas felicidades!
Elena Baeza