Nuestros gobernantes se han vestido de gala para despertar y seducir a un auditorio incrédulo y desmotivado ante las constantes promesas -una vez más- de esperanzas de futuro que ponga fin a los conflictos sociales, a las penurias económicas y a cualquier tipo de desigualdades. Atribuyéndose una política social de ayuda a los más necesitados, distribuidos por edades: "Dentaduras gratis para los más pequeños", "viviendas para los jóvenes", "aumento de las pensiones", y así un largo etcétera al que irán incorporando nuevas promesas, en función de pronósticos y encuestas. Para, a continuación: "Nosotros somos…", "nosotros hemos...", "nosotros vamos a…". Hechos, compromisos y acciones serán aclamados nuevamente, con sabia destreza, para embriagar a los más escépticos.
Llamadas a la responsabilidad ciudadana y a la participación en las urnas, compromisos fugaces de caducidad inmediata, soluciones efímeras entre vítores de fiesta. ¡Redoble de tambores!, lucimiento y exhibición de principios hechos desde la modestia y convicción de denostados ideales.
Pronto nuestras calles lucirán empapeladas con imágenes de rostros cándidos y complacientes que, esbozando la mejor de sus sonrisas se nos ofrecerán plenamente, como meretrices de delicada sensualidad que exhiben mágicamente sus encantos o…, como el estudiante que, ante la proximidad de los exámenes finales intentará recuperar y aprender aquello de lo que no fue capaz durante el año y, al igual que aquel, se servirán de todas las habilidades posibles para un cometido que, de finalizar convenientemente, volverá a justificar el letargo en su poltronas.
Magos y prestidigitadores, bufones de palacio y demagogos de exquisitos modales nos embaucan con su socarronería habituales, apretando nuestras manos con meditada presión y diligencia, aunque…, todos no están invitados a la fiesta.
¡Sí, somos nosotros!, ¿nos recuerdan? Somos los "infectados" de Forum y Afinsa, privados de sus ahorros, ignorados a sabiendas de pertenecer a un colectivo juzgado con la crudeza y premeditación necesarias para ocultar la manifiesta incompetencia de quienes ahora se exhiben tan engalanadamente con sus mejores trajes. Somos aquellos a quienes se nos arrebataron los ahorros arguyendo falacias, desplegando la soberbia institucional y canalizando la opinión pública para la formación de un juicio popular difícil de contrarrestar, acusándonos de ignorantes y pretenciosos especuladores.
Asistimos displicentes a una pantomima a la que no hemos sido invitados. No seremos mentados en sus discursos y ni tan siquiera podemos ya esperar diligencia en los juzgados, o que las ayudas prometidas hayan servido para paliar las consecuencias del perjuicio ocasionado. Y, mientras se reafirma nuestro agnosticismo en los valores constitucionales, seguiremos esperando el "sueño de los justos" que, sin duda, algunos contemplaremos desde la sombra de un ciprés.
Antonio Pérez Gallego
mozasmo@wanadoo.es