"A los amigos los eliges tú; por eso son más importantes que la familia, que te viene dada". Me lo dice un joven de 22 años que aún vive con sus padres y su afirmación puede calificarse como uno de esos pensamientos tan vagos como intensos que inundan nuestra sociedad con notable eficiencia.
Recuerda el viejo chiste de la era comunista, cuando los polacos se preguntaban: ¿los rusos son amigos o hermanos? Son hermanos, por supuesto, porque a los amigos los elige uno.Y no es así. La libertad no es el único argumento para medir la calidad de las relaciones en un ser humano, que es una criatura que ni tan siquiera puede dar razón de su existencia. Los amigos no son más importantes que la familia porque los elija uno, porque apenas elegimos nada. No se nos ha pedido permiso para nacer, ni para nacer en un siglo dado, ni para nacer de éstos o aquéllos padres, en riqueza o miseria, en Estados Unidos o en China. De hecho, nuestra libertad es importantísima porque nos permite elegir entre el bien y el mal, y aún así con ciertos condicionantes. Pero poco más. El hombre es una criatura de existencia prestada.
Y, al final lo sobrenatural coincide con lo natural. Ejemplo: los jóvenes, o viejos, serán conscientes de que si les ocurriera algo grave, por ejemplo, si se quedaran parapléjicos, no serán sus amigos, a los que libremente eligió, quienes se harán cargo de él, sino sus familiares, a quien no eligió.
¿Cuál es la diferencia entre dos realidades tan espléndidas como la familia y los amigos? En que la familia está fundada sobre el compromiso, la amistad no, por eso la primera, a pesar de los pesares, permanece.
Eulogio López
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