Aquí se puede fornicar, hetero y homo, se puede robar, se puede matar al débil, se puede robar, calumniar, injuriar, humillar... De hecho, lo dos únicos pecados mortales de la progresía son: fumar y eludir al fisco. Supongo que por ese orden, aunque esto no lo tengo muy claro.
Por ejemplo, en Gran Hermano, ese espejo de la sociedad actual, Mercedes Milá, esa mujer que vive para los demás, no permite el fumeteo. El fumeteo es propio de gente abyecta, que parece empeñada en morirse antes de tiempo y, lo que es peor, en matar al fumador pasivo con refinada crueldad. En el manicomio de Gran Hermano cualquier estupidez es bienvenida, buscada y bienhallada, pero fumar, lo que se dice fumar, nunca jamás.
En otra pieza maestra del mismo canal, Telecinco, figura Crónicas Marcianas: a Javier Sardá, el gran comunicador, tampoco le gusta que la gente fume. Que se cisque en todo aquello que la humanidad ha admirado durante siglos sí, pero fumar... jamás de los jamases. Sardá mandó a sus chicos mintiendo, con cámaras y micrófonos ocultos, a una asociación, el Foro del Espectador, que lucha por una televisión medianamente digna. Por eso, porque era una buena asociación, una ONG, había que destruirla. Entraron en casa de sus dirigentes, que les abrieron las puertas al presentarse como responsables de una revista policial. No descubrieron nada, pero la intimidad destruida siempre resulta sospechosa, aunque se tratara de la intimidad de la Madre Teresa.
Mientras tanto, en Canal Plus los chicos de Polanco ni se han disculpado por su otra blasfemia del Cristo cocinado, en el programa más in del canal televisivo más in. Y no pasa nada.
¿Cómo se acaba con toda esta inmundicia? Pues, no hay otro medio que judicializar a los autores, amenazarles con mancillar allí donde anida su cerebro, su alma y su honor: en el bolsillo, la cartera. ¡A los tribunales con Berlusconi, Polanco y compañía!
Eulogio López