Benedicto XVI (en la imagen) ha dedicado el escrito de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (12 de mayo, el Vaticano trabaja con anticipación) a las nuevas formas de comunicación, redes sociales incluidas. Me ha encantado la frase: "A veces la voz discreta de la razón se ve enfocada por el ruido de tanta información". Es el resumen perfecto de la evidencia de las comunicaciones hoy, y como es evidencia no lo vemos.
No hay nada como el exceso de cultura para no saber nada, decían los clásicos. Hoy lo hemos trocado por el "no hay nada como el exceso de información para no enterarnos de nada".
Internet es una maravilla porque es incontrolable. Y como en todo mundo libre florece lo peor y lo mejor, pero, en cualquier caso, es el modo en que el hombre pequeño puede hablarle al grande en igualdad de condiciones. Esa es la parte positiva.
La negativa es la saturación informativa, el exceso de información, inútil en un 99% no permite sacar conclusiones ni emitir juicios de valor, que es lo que caracteriza al animal racional. Además, el alma apresurada ni se encuentra a sí mismo ni encuentra a Dios.
Conozco a un padre de familia que, hasta hace un año, se negó a tener móvil. El mundo ha vivido miles de años sin móvil y, al parecer, no vivían mal. Al menos, han sobrevivido a la carencia. Recuerdo, también, que alguien le dijo a mi amigo: ¿cómo, tienes cinco hijos y no tienes móvil Tú eres un irresponsable. Al parecer, es irresponsable ahora pero la humanidad lo ha sido durante siglos. En cualquier caso, terminó por ceder. La presión ambiental constituye la mayor fuerza del universo.
No, la información no es un producto de primera necesidad, aunque a los periodistas nos guste presumir de lo contrario. Y es como el vino: sólo malo en exceso. Ocurre que nos hemos convertido en unos dipsómanos crónicos. Y claro, el ruido de la saturación informativa nos impide tres cosas: estar informados, pensar y rezar.
Eulogio López
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