La estrategia del gobierno es clara: demonizar a la patronal. Los empresarios son malos, sólo quieren dinero, mucho dinero, todas sus peticiones son para engordar la cuenta de resultados, no quieren asumir ningún compromiso con la creación de empleo. Es el discurso de Zapatero, pero también el de Mendez y Toxo. Y la fórmula funciona muy bien. El 67,7% consideran que Díaz Ferrán ha actuado mal o muy mal.
Y además, el 60% de los españoles están dispuestos a que les nos- suban los impuestos para mejorar las prestaciones de la Seguridad Social. Es decir, el 60% de los españoles no entienden muy bien eso de la separación de fuentes y valoran muy mucho eso de la Seguridad Social. Tanto como para estar dispuestos a que les suban impuestos. Por eso, el mensaje de que la patronal pretende poner en quiebra el sistema de protección social, vende mucho. Y eso de que la patronal amenaza al afirmar que sin reforma laboral no habrá creación de empleo, también.
En realidad la patronal sólo dijo tres cosas. Primera: hay un problema de sobrrecaudación que habría que solucionar. Dos: hay un problema de dualidad que habría que solucionar. Tres: con independencia de un acuerdo de mínimos, el 1 de septiembre deberíamos sentarnos a hablar de las reformas estructurales que necesita nuestra economía. Y aquí pincha en hueso. Son precisamente las líneas rojas del gobierno-sindicatos.
Con todo, la evidencia es que la patronal no ha sido capaz de trasladar sus posiciones a la opinión pública. Y la evidencia también es que Díaz Ferrán, aunque goce del aplauso de su junta directiva está quemado como interlocutor válido. Y ante la pregunta directa de si se sigue considerando un interlocutor válido, no contesta. La patronal tiene un problema, aunque prefiera mirar para otro lado.